El regreso del Celta a la competición se presenta como un reto particular para Luis Enrique. Porque necesita revertir la situación en la que está sumido el equipo a nivel de resultados y de juego y porque en lo particular le ha llegado la hora de demostrar cintura a la hora de tomar determinaciones. Hasta el momento el Celta calca, salvando las millonarias distancias, los mismos males de la Roma (en su etapa como técnico romanista) y el conjunto vigués necesita una vuelta de tuerca para volver al camino del éxito. En Italia, en su primera experiencia en la élite, no demostró esa predisposición a rectificar. Mantuvo sus ideas de principio a fin. Solo introdujo un matiz táctico para darle entrada a Totti. Con el icono del equipo dentro del campo su apuesta fue un 4-3-1-2.
Los análisis de la Roma del curso 2011/12 podrían ser perfectamente válidos para el Celta de los últimos cinco partidos, y solo sería necesario cambiar los nombres de los protagonistas. La prensa italiana hacía referencia al inamovible 4-3-3 como sistema táctico de un equipo que buscaba el papel de protagonista con la salida de balón desde atrás pero que caía en sus propia contradicción, con transiciones lentas y previsibles, con un embudo en la medular que tendía a menguar las opciones de pase. Los pases horizontales y atrás eran un recurso demasiado utilizado. El Celta lo ha tenido que utilizar en casi todos los partidos.
En defensa los estudios de aquel Roma parecen calcados. Aquella escuadra sufría mucho con los balones a la espalda de los centrales y tendía a partirse en dos. Encajaba goles con relativa facilidad para las ocasiones que conseguían generar los rivales.
En el medio del campo fue en donde más cambios introdujo el asturiano, moviendo a todos los peones en busca de un trivote que tardó mucho en estabilizarse. Pese a aspirar a tener el balón, al igual que ahora, a los romanos le costó muchísimo superar a las líneas rivales lo que se convirtió en un notorio problema de gol, una suerte esencial que ha abandonado al cuadro vigués en los cinco últimos partidos (solo tres goles a favor, y en ambos casos en contiendas que se terminaron perdiendo).
Los cambios de posiciones, que especialmente ha vivido Augusto, también fueron moneda de uso frecuente en el último precedente de Lucho en el banquillo. Osvaldo y Bojan jugaron con asiduidad fuera de su hábitat natural.
Las similitudes se cierran con su tendencia a recurrir a los más jóvenes en busca de nuevas perlas que le dieran un plus al equipo. Si en Vigo se ha encomendado a Santi Mina y David Costas en Italia lo había hecho con Borini y Lamela.
«Mi forma»
Pese al errático periplo de la Roma por aquella Liga, Luis Enrique nunca hizo un guiño a la posibilidad de buscar soluciones alternativas. «No cambiará mi forma de ver el fútbol, que es ofensiva. Estoy convencido de que no tengo porque cambiar mi idea de fútbol», comentó en una de sus comparecencias.
En Vigo llega el momento de conocer, con el regreso del equipo a la competición, si habrá ajuste táctico, cambio de hombres o alguna alteración en la forma de jugar para que el Celta vuelva a la senda del éxito. Los celestes necesitan solidez defensiva atrás (solo han dejado de encajar en un partido), mover el balón con más descaro y hacer más daño a las líneas rivales, el primer paso para volver a hacer acopio de ocasiones como sucediera ante el Granada y de traducirlas.
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