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Foto: Atlántico Diario |
Hay quien lleva su celtismo muy lejos. Hasta Nueva York. Daniel Clemente es el más ferviente seguidor del conjunto vigués en la ciudad de los rascacielos, tan ajena al día a día de un modesto club de fútbol español y gallego. Este vigués de 36 años ya había vivido en la para muchos urbe más cosmopolita del mundo desde los 9 a los 14 años. Y fue en su retorno adolescente a Vigo cuando conectó de forma profunda con el Celta. 'Era el año del ascenso a Primera. El primer partido al que acudí fue un 6 de octubre de 1991, un Celta-Bilbao Athletic. Se ganó 1-0 con gol de Gudelj. Desde aquel, fui al resto de partidos por las invitaciones que daban al club en el que entré, el Traviesas. Y hace 18 años me hice socio', narra.
Cuando tenía 28 primaveras, decidió retornar a Nueva York en busca de trabajo –trabajó de conductor de limousinas y ahora lo hace de mayordomo–, ya acompañado de su mujer, la también celtista Silvia Alonso. Allí renueva año a año su carnet 'porque quiero mantener el número. Ya voy por el 2.500'.
En una ciudad en la que, asegura, 'se vive bastante el fútbol', reconoce sentirse 'bastante solo como celtista'. Sigue los partidos en casa a través de la televisión por cable y en ocasiones acude a algún pub o a la Casa de Galicia, por cuyo equipo de fútbol amateur –el New York Galicia– acaba de 'fichar' este verano: 'Por lo menos en el entrenamiento vi a otro chaval con la camiseta del Celta. Me sorprendió porque cuando voy a la Casa de Galicia a ver algún partido hay camisetas del Deportivo, tienen la bandera... Pero del Celta no hay nada.
Estos días se encuentra en Vigo de vacaciones: 'Procuramos no venir en verano porque no hay fútbol para poder sacarnos un poco el mono del directo'. El lunes estarán en Balaídos. Tan lejos, tan cerca.
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