La Otra Crónica: Huracán


Foto: Xoan Carlos Gil 
Cantaba Bob Dylan al respecto del boxeador Rubin “Huracán” Carter que fue “metido en prisión cuando una vez pudo haber sido el campeón del mundo”. Al Celta de Luis Enrique no lo van a meter en prisión, pero parece estar pagando en casa unos crímenes que no ha cometido. Y la palabra “huracán” no podría ser más elocuente para definir lo que el equipo vigués desató en la calurosa tarde de sábado que vivimos ayer.

Los primeros 45 minutos se erigieron como lo mejor del Celta en los últimos tiempos. Impecable en todo, el equipo del lucho ocupó espacios por doquier creando una superioridad abrumadora en las partes clave del campo: el medio y el frente atacante. Llegaba el equipo celeste al menos con cinco hombres al área contraria gracias a la posición clave de Rafinha y Álex López, inteligentes en la presión y escoltando en la brega a un Fontás que parece discutir muy seriamente al ausente capitán Borja Oubiña. Gran partido el del catalán, cuestionado como central y demostrando que su clase y saber estar como único pivote le hacen mucho bien al conjunto. Incluso se atrevió a incorporarse con asiduidad a la ofensiva merced a varias arrancadas que recordaron a un joven alemán de nombre Franz Beckenbauer.

El Granada, maniatado. Desarbolado en el centro, encerrado atrás y ansiando una contra para que sus Rikis y Pitis pudieran correr al espacio. Esto no sucedió prácticamente hasta que un extraño lucas Alcaraz introdujo en la segunda parte al mejor jugador de su equipo: un Buonanotte que cambió el curso de un encuentro que pudo ser una goleada olívica. No fue así porque la inspiración de Roberto por un lado y la falta de chispa de Nolito y Charles por el otro consiguieron que el Celta se fuese al descanso con un gol que sabía a poco.

El terremoto Rafinha abría la lata volviendo al pasado del gran Celta de fin de siglo. Todo el respetable ansiaba su golito como agua de mayo y éste llegó tras asedio de banda a banda con un centro final de Augusto que se envenenó y dejó franca la portería para que el mediano de los Alcántara fusilase con su zurda. Balaídos estalló y el buen fútbol desplegado hacía pensar en más goles. El mejor Álex López desde que Paco Herrera le diese la confianza en Segunda hace tres años llevó en volandas al equipo. Cambios de juego imposibles, arrancadas con el balón pegadito al pie, disparos lejanos y certeros e incorporaciones constantes sin descuidar la presión y la brega. Partizado del ferrolano a quien Luis Enrique ha encontrado definitivamente el sitio que más le beneficia: ni en la mediapunta ni en el mediocentro. Ya se sabe que en la mezcla está la virtud.

Grandes noticias, a mayores del juego, fueron los debuts en casa de David Costas y Jon Aurtenetxe como titulares. Dicha pareja de centrales, llena de juventud y osadía en la contundencia, hizo que no se echasen de menos ni a los Túñez, ni a los Cabral, ni a los Fontás. Si el atrevimiento del asturiano sigue adelante, dudo que sean muchos los que discutan la titularidad de esta pareja. El odiado Riki se desesperó ante la picardía de estos dos chavales tan rápidos como inteligentes y la mejor noticia fue que la defensa no hizo aguas por fin. Su culpa tendrán los chavales.

Y del único error de un partido casi perfecto, como aquel crimen que narraba Alfred Hitchcock una y otra vez, encontró un dinamitador equipo andaluz su petróleo particular. Lentitud en la vasculación tras movimientos rápidos arriba del Granada y un fallo en el marcaje de un Toni que por otra parte estuvo bastante correcto. Su despiste al segundo palo propició el empalme cruzado de Piti ante la desesperada mirada de un Yoel que no consigue mantener la puerta a cero. Si tirásemos de tópicos hablaríamos de jarro de agua fría, pero el infernal calor de finales de verano no nos permite la licencia. Mazazo o como quieran llamarlo, el Celta quiso volcarse pero ya no pudo. La falta de soluciones ofensivas en el banquillo hizo que los cansados delanteros celestes exprimieran hasta la última gota de su esfuerzo. Un Nolito desesperado y desesperante que regaló grandes controles con marrado final en sus regates. Un Charles generoso como siempre pero desfondado en los últimos minutos. Y la afición que aplaudía tratando de olvidar el sabor a limón que había dejado el partido. El huracán amainaba hasta la próxima ocasión.

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