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MIGUEL VIDAL |
Iago Aspas es genio y figura. De esos futbolistas difíciles de imitar y que derrochan pasión en cada reto que se marcan. El que este fin de semana tiene por delante el Genio de Moaña es mayúsculo. Quizás el más ambicioso de su carrera. Dejar al Celta en Primera División. Ese sería el epílogo perfecto para su historia celeste.
Aunque las confirmaciones oficiales se hacen de rogar, todo indica que el de hoy será el último partido de Iago Aspas en el Celta, y las despedidas, mejor con buen sabor de boca. Liderar al equipo en el partido ante el Espanyol y conseguir la salvación sería el colofón a una carrera de larga distancia que se aceleró esta temporada. Aunque en los últimos meses su chispa ha languidecido y se ha peleado con el gol, el delantero de Moaña se erigió en la sensación de la Liga. De la noche a la mañana se encontró con mil focos puestos sobre sus botas y con la expectativa de decenas de miles de celtistas descansando en sus goles. Mucha responsabilidad para un futbolista que en su debut en la élite ha tenido que lidiar con un papel de killer que hasta la campaña pasada, y en Segunda, le era desconocido.
La ofensiva celeste ha dependido de la chispa de Iago, y los resultados del equipo han seguido el latido del fútbol del de Moaña en un curso en el que ha experimentado las mieles del reconocimiento y las hieles de las críticas. Porque los perfiles de los genios se dibujan con claroscuros, y la agresión a Marchena y la suspensión de cuatro partidos han sido los tonos negros del celeste.
Cuando esta tarde el himno celeste retumbe en Balaídos a través de 30.000 gargantas, Iago Aspas tendrá que calmar su pulso. Por delante tendrá 90 minutos para liderar al Celta, para buscar su décimo tercer gol en Primera, y para brindarle la mejor despedida. La salvación.
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