¿Y a mí se me pierde algo en Balaídos?


XOAN CARLOS GIL
Días como el de ayer hacen que muchos de los 20.000 aficionados escasos que se acercaron ayer a Balaídos –al final, la tan esperada gran entrada se quedó en tentativa; más que digna, eso sí– se replanteen las razones que, cada quince días, esgrimen ante su conciencia para acudir al estadio a animar al Celta, un equipo deprimido, deprimente en muchas fases y que aboca al sufrimiento a todo aquel que lo aprecia.

La afición volvió a cantar a voz en grito el himno del Celta en el momento de la salida del equipo al campo.
En cuestión de un par de semanas, la pregunta retumbará: ¿Y a mí se me perdió algo en Balaídos?

El cheque en blanco
Hasta ayer, la afición le había dado un cheque en blanco al equipo. La manifiesta incapacidad para ganar partidos con una regularidad aceptable no había mermado la entrega del celtismo post cinco años en Segunda. Pero ayer, al final, hubo sus pitidos. Sigue habiendo confianza, pero menos.

El precipitado adiós
La paciencia empieza a llegar a niveles preocupantes, colindantes con la irritación. De ahí que buena parte de la afición no se quedase ayer hasta el pitido del árbitro, sino que tras el segundo gol el goteo de abandonos fue continuo. El equipo se había entregado. No servía de nada clamar en el desierto.

Aquello de depender de uno mismo
Era de suponer que el hecho de depender de uno mismo es algo positivo. Así lo presumía la grada, dispuesta a apurar junto a sus jugadores las opciones de permanencia. Lo malo es que el equipo demostró que si sigue vivo no es porque dependa de sí mismo, sino gracias a que también depende de los resultados de los demás.

'Brit refs needed'
Los árbitros son una válvula de escape. Los gritos contra las pérdidas de tiempo del meta visitante calientan las gargantas. Pérez Montero no convenció. Y en Preferencia, se mantiene la pancarta al uso de las últimas jornadas: 'Brit refs needed'. Es decir, que se necesitan árbitros británicos. Aunque, bien pensado, perder a una diana tan propicia podría provocar que todos los enfados se volviesen, ya, contra el equipo.

Bermejo, por encima de todos
Si un jugador adopta el papel de símbolo de la resistencia al descenso para la grada es Mario Bermejo. La afición lo coreó de nuevo. Al igual, por cierto, que a Krohn-Dehli. Se le echa de menos.

Santi Alonso / Atlántico Diario

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