La ruleta rusa de Abel


KIKO HURTADO / MARCA

Cada maestrillo tiene su librillo. El de Abel, al que ha fiado el Celta su permanencia en Primera, lo vimos el pasado lunes en el Sánchez Pizjuán. Ante el Granada apenas hubo tiempo para introducir cambios. Es más, fortuna aparte, el equipo se pareció mucho al de Herrera, más en los defectos que en las virtudes. Pero hace dos días en Sevilla ya se pudo apreciar la idea del técnico toledano con más claridad. Y la primera conclusión es clara: la apuesta es arriesgada. Para una muestra, el resultado.
   
El Celta jugó probablemente uno de sus mejores partidos como visitante en lo que a fase ofensiva se refiere. Con un Bermejo imperial, de nuevo por detrás del punta, y un trío muy activo compuesto por Augusto, Orellana y Aspas, los celestes crearon peligro sobre la portería de Beto de forma constante durante todo el partido. Hasta un total de 14 remates a puerta de los cuales pueden extraerse media docena de ocasiones claras de gol, incluyendo la que finalizó con el tanto de un Augusto Fernández, quien sin duda está siendo el mejor futbolista del Celta en lo que llevamos de segunda vuelta. Pero, como viene siendo habitual, la falta de acierto volvió a condenar a un equipo que, tal y como repiten jornada tras jornada los entrenadores rivales, “juega bien, pero no gana”.
   
Y no gana porque, además de ser ineficaz de cara a puerta, parece incapaz de echar el candado en su portería. Es el Celta un equipo al que le generan pocas ocasiones. El problema es que cada vez que el rival crea una, termina en gol. Una mala costumbre que puede ir in crescendo con la llegada de Abel Resino. La apuesta por la defensa adelantada, casi a la altura de mediocampo, no admite un solo error. Y el Celta suele tenerlos, además de que carece de un zaguero central rápido necesario en este tipo de defensas. Es muy grande el riesgo que se corre, pues exige la perfección absoluta para tener éxito y necesita tan sólo de un fallo mínimo para convertirse en fracaso.
   
Después del 2-0, en dos jugadas en las que la calidad de Navas no justifica la pasividad celeste en el área (Negredo nunca tuvo un hat-trick tan fácil), y el gol de Augusto, el equipo entró en una ruleta rusa que finalmente terminaría saliendo cruz. Llegaba con mucha gente arriba y creaba mucho peligro, pero daba la sensación de que en cualquier momento la adelantada línea defensiva podía fallar y el Sevilla encontraría un pasillo a su espalda. Si a eso le sumamos la mala noche de Javi Varas, explicamos el 4-1 final.
   
Abel tiene una idea y es lógico pensar que va a ir con ella hasta el final. A primera vista, no parece que el Celta tenga los futbolistas para ello en defensa. Tampoco en mediocampo, donde resulta especialmente preocupante el estado de forma de Borja Oubiña, sin sustituto en el equipo y al que se le puede hacer larga la temporada. En el lado positivo, la fórmula permite al Celta vivir más cerca del campo rival y encontrar más facilidades para generar peligro. El problema es que hay que meterlas. Entre esa disyuntiva, la de mayor riesgo atrás para tener mayor presencia delante, se debate Abel. El Real Madrid, toda una pesadilla con espacios para correr, calibrará el potencial de una idea a la que se debe agarrar el Celta para quedarse en Primera.

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