El Celta sigue vivo


EFE

Era Sábado Santo, no domingo, pero el Celta resucitó. El equipo moribundo y derrotado que abandonó Riazor 15 días atrás recuperó sus constantes vitales en un duelo que recarga morales y aviva esperanzas. Todavía hay vida. El empate ante el probablemente mejor equipo del planeta sabe a triunfo. Más aún por la forma en la que se produjo, con un postrero cabezazo que hizo enloquecer a un Balaídos repleto, emocionado y confiado en continuar el próximo domingo ante el Rayo el camino de la salvación. Entonces sólo valdrán los 3 puntos.
   
Ayer la igualada, especialmente por la forma en la que se consiguió, bien puede considerarse una victoria. Cierto es que el Barcelona aterrizó en Vigo sin varias de las piezas de su columna vertebral, como también que no disputó su mejor partido, más pendiente del encuentro de Champions del próximo martes en París que de lo que ocurriera sobre el césped de Balaídos.
   
No obstante, el Celta, que no le andaba a la zaga en el apartado de ausencias, cuajó un partido notable. A diferencia del derbi, Resino acertó de pleno con el planteamiento. La pareja de goleadores Oubiña-Insa en el doble pivote, sobresaliente durante toda la tarde, desdibujó el mediocampo B de un Barça que echó de menos a Xavi e Iniesta. Ayudados por Augusto y Pranjic y por la inteligencia táctica de Demidov, ahogaron a un conjunto blaugrana que apenas creó peligro. Messi pululaba lejos del área, donde no es tan peligroso, y sólo encontraba en Tello a un socio de garantías. El cántabro, velocísimo, complicó la vida a un Jonny al que le faltaron las ayudas de Cabral. Fue el único daño que provocaron los azulgrana y por ahí llegaron sus dos dianas.
   
En ataque, la ausencia de Aspas otorgó los galones del fútbol ofensivo a Augusto y Orellana. Con el primero se agotan los calificativos. Poco a poco se va ganando a una grada de Balaídos a la que cada vez le importa menos su falta de velocidad. Su entrega, sacrificio, llegada y regate lo compensan. Está firmando una segunda vuelta de escándalo. Mientras, el chileno cuajó su mejor actuación desde su regreso a Vigo. Desequilibrante e incisivo, participó en los dos goles celestes, en los que asistió a sus compañeros. Por el contrario, Park no estuvo fino. Torpe en la combinación y desacertado en la única opción de la que dispuso. Debe mejorar de cara a los próximos enfrentamientos, pues el equipo le necesita.
   
El pitido final hizo estallar en júbilo a la grada de Balaídos. No se había ganado, pero el punto y las sensaciones son motivos suficientes para volver a creer después de dos semanas que han sido un auténtico calvario. El debut de Madinda, por el que Resino sí parece mostrar interés, fue la última nota positiva de una tarde en la que la afición celeste dio una muestra de cariño y deportividad aplaudiendo a futbolistas rivales como Pinto, que regresaba a la que fue su casa 6 años después, Thiago, Iniesta y el recién recuperado Eric Abidal. Ejemplo de buen comportamiento de una hinchada que recupera la fe tras ver cómo sus chicos se han levantado. La batalla continúa. El Rayo será la siguiente prueba. Y ahí sí que sólo vale ganar.

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