Bochorno celeste en Riazor. De principio a fin. No se lo
merecían los más de 800 celtistas que allí había ni todos aquellos que se
quedaron en casa viéndolo por televisión. Comenzó como empieza a ser costumbre
en todos los derbis: 1-0 gol de Riki. Continuó con una muestra de inmadurez de
un Iago Aspas que perdió la cabeza justamente el día en el que estaba
prohibido. Y terminó con un horrible encuentro, condicionado sin duda por la
expulsión del de Moaña, en el que el colista pudo golear a un Celta moribundo
que deja muchísimas dudas de cara a lo que queda de temporada. Por el medio, la
injustificable actuación de Hugo Mallo, al que nadie le critica que quiera
vivir un encuentro con la afición, pero sí que se comporte de una manera
impropia en un jugador de fútbol, tanto antes como durante el choque.
Tampoco estuvo fino
Abel. Su predilección por la experiencia es de sobra conocida, pero resultó un tanto
ilógico introducir en el once a un Quique De Lucas que desde luego no atraviesa
su mejor momento. El catalán no estuvo fino ante el Real Madrid y ayer en
Riazor pasó desapercibido. La opción de Orellana parecía más razonable, pero
Resino la descartó. Manuel Pablo seguro que lo agradeció.
No obstante, el
Celta fue un despropósito del minuto 1 al 90. Incomprensible que tras lo
ocurrido por partida doble el curso pasado, el equipo no sea capaz de salir
enchufado al derbi y encaje un gol nada más comenzar. Riki volvió a ser el
verdugo y obligó de nuevo a los celestes a remar contracorriente. Luego Aspas
se encargó de entregarle definitivamente el partido al Depor. Su expulsión, tan
injustificable como absurda, le deja en evidencia. Era obvio que le iban a
buscar y no supo controlar un temperamento que bien encauzado es un tesoro, pero
que descontrolado lo convierte en un jugador mediocre. Decepcionante.
Lo pagó el equipo,
que estuvo a merced de un colista que perdonó una humillación. El 3-1 final fue
generoso con un Celta que tiene dos semanas por delante para recuperarse del
golpe. No está todo perdido, pero urge un cambio que reconduzca la nave.
Bermejo ayer dio el primer paso. Sus palabras expresaron el sentir de muchos
celtistas que tienen motivos para sentirse avergonzados. La de ayer no fue una
derrota cualquiera. El equipo mostró un complejo de inferioridad que no se
corresponde con la realidad y dos de sus futbolistas dieron una muestra total
de inmadurez. Todo el mundo tiene derecho a equivocarse, pero errores como
estos no pueden tener justificación. Ni el Celta ni el celtismo se lo
merecen.
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