Amarga endeblez en el Pizjuán


EFE
El Celta perdió en el Pizjuán una gran oportunidad para salir de los puestos de descenso y volvió a demostrar su incapacidad para conseguir un resultado positivo a domicilio, aunque la goleada recibida fue excesiva tras lo sucedido sobre el terreno de juego. Víctima de una fragilidad defensiva sobrecogedora, encajó dos goles en la primera media hora y se repuso hasta el punto de rondar el empate, pero otras dos pifias seguidas en la retaguardia convirtieron los últimos 20 minutos en un mero trámite.

El equipo de Abel Resino tuvo instantes de buen fútbol entre agradables arrebatos pasionales de sus futbolistas, pero hace falta muy poco, por no decir nada, para hacerle goles y, pese a producir buenas ocasiones, no ve portería. Los cuatro tantos deberían sonrojar tanto a Javi Varas, que careció de su fiabilidad habitual en un encuentro aciago para él, como a su defensa. Arriba, opciones desperdiciadas como el mal control dentro del área de Augusto o el pésimo zurdazo de Bermejo desde la frontal argumentan la escasa capacidad olívica para celebrar un tanto. La historia de siempre, un panorama en bucle que produce gran tristeza por esta descorazonadora fragilidad futbolística.

La velocidad de Navas y el oportunismo de Negredo desequilibraron un encuentro que en sus instantes previos ofrecía una gran dificultad por las exigencias celestes para salvarse, las urgencias de su rival por llegar a Europa y el buen nivel de un conjunto local rápido, habilidoso, con una chispa que, cuando apareció, marcó la diferencia sobre el césped. El Celta, más cómodo en campo ajeno que en territorio propio, mejoró la afortunada versión ofrecida ante el Granada, pero dejó patente una importante endeblez en su agónica cuenta atrás con 36 puntos en juego y muchos triunfos que conquistar. El calendario aprieta con los dos grandes en casa y el derbi de Riazor. 

Si perdemos la fe…. ¿Qué nos queda?

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