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Foto: Enrique de la Fuente / LOF |
Hace casi tres meses, cuando el Celta encaraba un importante
partido en Zaragoza en busca de sus primeros puntos a domicilio, Paco Herrera
exigía alma a sus jugadores para sacar adelante una situación como visitante
que empezaba a ser preocupante. Ese alma, ese espíritu del que hablaba el
técnico celeste, brilló por su ausencia en el día de ayer en Getafe. El Celta
ha tocado fondo. No sólo por el resultado negativo, no sólo por el bagaje
descorazonador a domicilio, sino también porque ayer, por primera vez, se vio a
un equipo muerto, sin alma, desgraciadamente similar a aquel que firmó una
segunda vuelta horrorosa hace tan sólo dos temporadas.
Y eso que el
principio de encuentro prometía. Herrera se quitó los complejos de anteriores
salidas y saltó al campo con toda la artillería. Valiente decisión la del
preparador céltico, quien había apostado por tutear al Getafe desde el minuto
1. La cosa funcionaba hasta que el equipo falló por donde precisamente estaba
acertando en las últimas semanas. Muchos echaran la culpa del primer tanto
local a Cabral, quien perdió un balón de esos que no se pueden perder y
facilitó el gol de Colunga. Pero la responsabilidad del mismo debe ser
compartida con Demidov, quien le entregó un “paquete” al central argentino que
complicó una jugada sin aparente peligro.
No obstante, el
equipo reaccionaría con entereza. Sujetados por un impecable Javi Varas y
guiados por el mejor Augusto de toda la campaña, los vigueses buscaron el
empate hasta que lo encontraron. El centrocampista albiceleste ha sido
ampliamente criticado por varios sectores de la afición, los cuales esperaban a
un extremo veloz y desequilibrante y se han encontrado con un interior
trabajador y con llegada. El Negro no ha convencido del todo, pero lo que no se
puede negar es que se sacrifica y corre como el que más, que con la pelota en
los pies siempre sabe qué hacer con ella y que pegado a la banda, como viene
actuando en las últimas semanas, crece muchísimo como jugador. Ayer mostró un
carácter y unas ganas de lucha dignas de alabar.
Sin embargo, el
buen hacer ofensivo no bastó. El equipo estaba partido en dos. Se demostró
cuánto de importante es Borja Oubiña en este equipo, el único futbolista capaz
de aportar ese equilibrio necesario en la medular. Las críticas en este aspecto
no debieran ir tanto hacia la labor de Natxo Insa, fuera de sitio, sino a la
incomprensible salida de Cristian Bustos unida a la no incorporación en el
mercado de invierno de un pivote defensivo. Oubiña se ha convertido en
imprescindible y cuando no esté el Celta va a sufrir. El Getafe se aprovechó de
ello y encarriló antes del descanso el partido.
Lo peor vendría
después. La remontada era difícil y probablemente nadie confiase en ella al
100%. Lo que sí se esperaba era un equipo con carácter, con fe, dispuesto a
buscarla por muy quimera que pareciese. Pero, los segundos 45 minutos de Getafe
terminaron convirtiéndose en los peores de la temporada. El Celta estuvo sin
estar, dominó sin dominar y entregó la victoria a un Getafe al que le bastó
dejar pasar el tiempo. Ni una ocasión de gol en tres cuartos de hora de
fútbol insulso. Por primera vez, se vio
a un equipo abatido y a un entrenador superado que no hicieron justicia con una
afición entregada. El debut del joven Santi Mina, de lo mejor sobre el campo
hasta el final, es la única nota positiva de una segunda parte infame.
Urge reaccionar. Lo
del domingo ante el Granada ya no es un partido cualquiera. Superar a los
nazarís es una obligación si se quiere seguir soñando con la salvación. La
situación es crítica y es necesario dar un golpe de timón. De lo contrario, la
Segunda División volverá a ser una realidad. Queda tiempo para espabilar.
Jugadores y cuerpo técnico deben recuperar ese fútbol y ese espíritu que los
hizo de Primera aquel 3 de junio de 2012. La afición está con ellos. Falta que
ellos mismos vuelvan a creer.
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