El Celta está en la UCI. Tras caer hace 7 días a puestos de
descenso con un mal partido en Pamplona, los celestes tenían ayer la
posibilidad de resarcirse con una victoria en Balaídos que hiciese efímero el
paso por la zona peligrosa. La desaprovecharon. A diferencia de otras veces,
más por mérito del rival que por demérito propio. Y es que enfrente tuvo un
señor equipo, un Valencia con el que consiguió competir durante 65 minutos,
pero que lo tuvo a su merced en los últimos 25. Fue ahí donde de una manera
cruel, el fútbol dio la enésima bofetada de la temporada a un equipo al que se
le empiezan a complicar seriamente las cosas. Las victorias no llegan y, aunque
a diferencia de otros equipos –véase Mallorca y Deportivo- los de Paco Herrera
no dan la sensación de estar muertos, el margen de error es cada vez más pequeño.
Del partido ante
los valencianos pueden extraerse varias conclusiones. En el lado positivo, la
aportación de un Fabián Orellana que en nada se pareció al jugador deprimido
que deambulaba por Granada. El chileno, extramotivado, dejó esas pinceladas de
calidad a las que tenía acostumbrada a la grada viguesa el curso pasado. Su
descaro, desborde y buen entendimiento con la gente de arriba es una buena
noticia para el futuro celeste. Como también el partido de Álex López, quien
recuperó su mejor versión. Corrió, presionó, tocó, se asoció y movió al equipo
a su ritmo. Sobresaliente por fin. También la zaga al completo, en especial
Vadim Demidov, quien con un muy buen partido dio la razón a Herrera por confiar
en él en detrimento de Cabral.
Durante la primera
parte y el tramo inicial de la segunda, el Celta ofreció una buena imagen,
compitiendo de tú a tú con un Valencia superior. Sin embargo, a partir del
ecuador de la misma, el equipo celeste reculó unos metros, fruto de la presión
visitante así como de la fatiga física local, y entregó el dominio del partido
a los de Ernesto Valverde. Fueron los peores minutos. Se vio a un Celta
superado, nervioso por momentos, incapaz de conectar dos pases seguidos para
cruzar el centro del campo y tan sólo sostenido por la buena actuación tanto de
la retaguardia como de Javi Varas. Oubiña, algo lento durante toda la tarde,
evidenció sus dificultades para sostener el centro del campo. Quizás Herrera
debiera haber apostado entonces por introducir a Natxo Insa en el terreno de
juego y no por retirar a Álex López para dar entrada a Pranjic. Quien sí pedía
a gritos un cambio era Michael Krohn-Dehli, con evidentes signos de cansancio.
El Celta aguantaba
hasta el final un empate que se podía considerar un tesoro visto lo visto, pero
lo perdió de forma cruel en el último suspiro. Tristeza y preocupación en
Balaídos. La victoria del Granada en A Coruña deja únicamente al Osasuna a tiro
de piedra, pues el resto de conjuntos empiezan a escaparse. Los de Paco Herrera
están en un momento crítico de la temporada, donde se decidirá si lucharán por
la salvación hasta el final o se descolgarán. Ganar en Getafe y vencer al
Granada en Balaídos parece obligado para reengancharse. El margen de error se
ha agotado y ahora los partidos comienzan a adquirir un cariz decisivo. Lo
bueno es, repito, que el Celta, pese a entrar en la UCI, todavía da sensación
de estar vivo. Confiemos.
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