Cuando el Bernabéu se hizo finito


Tras la brillante derrota en el Camp Nou (fue una maravillosa manera de perder, facilitada por aquel polémico fuera de juego que supuso el definitivo 3-1), varios aficionados vacilaban con Túñez en la salida de los jugadores, pregúntandole, por ejemplo, qué había sucedido en el Bernabéu. Sin pensárselo dos veces, respondió una expresión célebre para quienes allí estaban. “Mirabas para arriba y el campo no se acababa nunca”, comentó de primeras el simpático central celeste.

En sus ojos se podía intuir esa pendiente enorme que supuso para el equipo de Herrera acercarse a los dominios de Casillas en este encuentro liguero ante un celtismo tan numeroso como contrariado. Bien es cierto que el Real Madrid mostró su poderío físico con una notable presión. De fútbol anduvo escaso. Con Bustos en la medular, el planteamiento visitante fue un tanto conservador y los nuestros salieron sin chispa ni convicción. Los de Mourinho ganaron con muy poco (un churro de Higuaín y el penalti a Özil). El Celta se marchó cabizbajo del coliseo madridista, faltándole un respetuoso, cercano y prolongado saludo a quienes les animaron durante los 90 minutos.

El asunto cambió en la Copa con una disposición ofensiva, un trabajo descomunal en el centro del campo para tapar la salida de balón del campeón liguero y la valentía futbolística que ha definido al Celta más victorioso en los últimos tiempos. Probablemente, este miércoles haya algún cambio de nombres en el gélido césped del Bernabéu, pero, teóricamente, el equipo vigués saldrá a darlo todo con la identidad recién consolidada tras las múltiples pruebas de su técnico.

No sabemos jugar a defender y sin volverse locos arriba esa será la única manera de tumbar a un Real Madrid tan excepcional en la calidad técnica de sus estrellas como inquieto  por la atmósfera que ha generado Mourinho. Adán tiene mis respetos, pero no hay color entre él y Casillas. Su egocentrismo es desmedido. Mientras lo infla, buscará la remontada copera presupuesta ya por Marca frente a los jabatos gallegos, que estarán mirando para abajo con el gol entre ceja y ceja.

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