Cáceres: "De Vigo me llegó mucho aliento y cariño"


EL PERIÓDICO DE ARAGÓN
Noguerol, que lo conoció en su esplendor céltico, pronosticó el milagro aquel día de noviembre de 2009, cuando llegó de Argentina que a Fernando Gabriel Cáceres le habían metido dos balas en el cuerpo. "Es fortísimo. Quizás eso le ayude". Pocos hubieran secundado esa apuesta y es la que triunfa. Cáceres se ha impuesto a la muerte. Es la prueba fehaciente de sí mismo en su periplo actual por España.

Cuatro adolescentes quisieron robarle el coche y lo dejaron casi cadáver. Los partes médicos lo describían moribundo, más allá del extremadamente grave. Él, en la lucha íntima del coma, sin anunciárselo a nadie, iniciaba su escalada. Recuperó la consciencia. Después, el habla. Tres años de rehabilitación más tarde se siente a punto de abandonar la silla de ruedas, que es "cómoda pero ya cansa". Le quedan secuelas. Perdió audición. La bala que se le alojó en el cerebro, y que allí dormita ("un recuerdo de por vida", la ha llamado), se le llevó el ojo derecho por delante. Otro de cristal ocupa el vacío. Y mastica las palabras al otro lado del teléfono con mayor lentitud que antaño, él que era de ametrallarlas. Pero con lucidez.

Unos amigos lo han traído de visita a Zaragoza. El club maño le ha impuesto la insignia de oro y brillantes. Lo festeja como héroe de su Recopa. Ayer se acercó a Valencia, ciudad que también fue su hogar. Ha aguantado un vuelo transoceánico y horas de tren. El día 30 regresa a Argentina. Vigo, también estación vital, tendrá que esperar. "Me queda una cuota pendiente con Vigo, donde hay mucha gente buena", comenta y agradece: "Cuando me pasó lo que he pasado yo, me llegó mucho aliento, mucha fuerza, saludos y cariño. Siento que tengo una deuda que habré de cumplir. No faltará la ocasión".

Cáceres vistió la casaca celeste de 1998 a 2004. Vivió glorias y miserias: uefas, champions, la final perdida de Sevilla, el descenso... Le queda lo feliz: "Fue una época muy buena". También en lo personal hubo blanco y negro. Todo un personaje, extremo en pasiones, afectos, pecados y redenciones. El galope se frenó en aquella callejuela, por mano de aquel chiquillo al que públicamente ha perdonado. "Mi castigo, hoy, es la silla de ruedas, pero en tres o cuatro meses la podré vender o regalar. En cambio, ellos, los chicos que me asaltaron, están castigados de por vida, castigados por su historia; obligados a salir a robar. Y eso es mucho peor", dijo en septiembre a Olé, manifestándose contra la mano dura policial en las barriadas conflictivas.

Cáceres se recuerda durante un instante, aquel que era, y proclama: "Uno se acostumbra a lo que le transmite la compañía. A las emociones que me dan". Habla de los amigos y la familia que lo arropan, como los sobrinos que lo han acompañado en el viaje a España. Resume su estado: "Tengo esta paz interior".

Entre los amigos cuenta a Caínzos y Pinto, de los tiempos celestes. "El contacto es constante". En aquella plantilla estaba también un joven Oubiña, al que ve jugar porque sigue la liga española puntualmente: "El Celta lo está haciendo muy bien. Ha sacado mucha gente de la cantera y eso es importante porque evita que el club tenga que ir a buscar fuera. Han hecho muy buen trabajo. Es un equipo joven y que está creciendo". Y un poco por ahí va su futuro. El Club Atlético Atlas le ha ofrecido un contrato. Empieza en febrero. Adoctrinará a la chavalada: "Será valioso compartir mis experiencias con los jóvenes".


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