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EFE |
Es posible que el Celta haya sido inferior al Real Madrid en el terreno de juego, como también es cierto que en la grada los seguidores madridistas superaban claramente en número a los del Celta. Son dos evidencias contrastadas. Evidencia esta última, la numérica, que no evitó que en la grada los celestes goleasen a los blancos. Y es que, mientras que para muchos de los que vestían la zamarra celeste en el campo, esta era su primera visita al Bernabéu, para la mayoría de los que la vestían en el gallinero no lo era. Superaron el miedo escénico porque ya sabían lo que era ganar allí. En el campo y en la grada.
Y hoy volvieron a cumplir. No se trajeron los puntos, pero si la satisfacción de que el mundo entero escuchase sus cánticos. Que todo el planeta conociese que traían unha borracheira, que solo ellos saben vibrar con su equipo como lo hacen. Hubo momentos preciosos, especialmente en la recta final del primer tiempo, cuando el Celta comenzó a inquietar a Casillas. El "ohhhh" colectivo que se escuchó a la perfección por la tele cuando Oubiña ensayó una ruleta al borde del área rival. Los aplausos atronadores con un córner a favor. El Celtismo se hizo escuchar en el Bernabéu posiblemente como nunca.
Es una evidencia, y no menos que las anteriores, que el celtismo vive un auténtico renacimiento. Que todo esto que se está viviendo es algo que no sucedía desde hace muchos años, tal vez desde aquella explosión de júbilo que llevó al Celta de Txetxu Rojo y Vlado Gudelj a lograr un ascenso y un subcampeonato de la Copa del Rey en solo dos años. Incluso, por juventud, superamos aquella explosión de celtismo. Preguntémonos en que momento se frustró aquella hermandad entre equipo y afición y tendremos la solución para evitar que vuelva a pasar lo que después pasó. Que no sea esta la última vez que tomamos Madrid y el Bernabéu, que fueron hoy más celestes que nunca.
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