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LIGA BBVA |
El estreno del Celta en Primera División tras cinco largos
años de ausencia no ha sido como todos nosotros querríamos que hubiese sido. Si
bien contra el Málaga en la primera jornada del campeonato las sensaciones
fueron más que buenas gracias a un juego por momentos superior al flamante “equipo
Champions” malacitano, la segunda contienda en esta extraña Liga de horarios
inverosímiles y deudas astronómicas nos ha devuelto a la realidad de lo que
realmente somos. El fútbol se puede vestir normalmente con dos trajes bien
distintos: el de la dolorosa injusticia y el de la realidad, ésta última todavía
más dolorosa. A tenor de lo visto en Anoeta el sábado pasado podemos afirmar
que el Celta tiene mucho, muchísimo trabajo por hacer en su ilusionante regreso
a la máxima categoría. El balón, por norma general y a pesar de espejismos como
el de la primera jornada, no suele mentir.
No suele mentir porque cuando un equipo no disfruta de su
posesión y se ve desbordado continuamente en su línea de medio campo, lo normal
es que pierda la contienda. A pesar de poseer pólvora arriba, a pesar de un
superlativo Iago Aspas y a pesar de un danés de nombre Krohn-Deli que dejó
evidentes detalles de su contrastada clase futbolera. La Real Sociedad , un proyecto
trabajado y continuista que ya afronta su tercer año en Primera División, es un
equipo que se nos escapa. Los Carlitos Vela (a quien aquí no supimos entender),
Griezmann, Agirretxe y Xabi Prieto se compenetran como un reloj gracias al
excelente trabajo defensivo que su interesante entrenador, Philippe Montanier,
lleva perfeccionando desde el curso pasado. Borja Oubiña y Álex López, dos de
nuestros mejores valores, se vieron desbordados ante la presión realista en los
primeros cuarenta y cinco minutos y en casi todo el grueso de la segunda parte.
La salida de vestuarios tras el descanso, con un Celta fulgurante que incluso
alcanzó el gol, fueron una ilusión que se desvaneció en menos de cinco minutos.
Mucho se ha hablado de la debilidad defensiva que los de
Herrera demostraron ante los donostiarras, una certeza difícil de rebatir que
sin embargo viene dada por un error mucho más preocupante: la falta de
intensidad en todas y cada una de las líneas del once perpetrado por el técnico
catalán. La extraña decisión de Paco al situar tanto a Iago como a un
voluntarioso De Lucas como hombres más adelantados sin ningún tipo de
responsabilidad defensiva es difícil de entender por diversas razones. La más
importante resido en la falta de presión en medio campo. Es ahora cuando nos
acordamos de un “desterrado” Mario bermejo al que muchos discutieron como media
punta en la gloriosa temporada del ascenso. Super-Mario, con su sola presencia
detrás de Aspas, cubría espacios que echamos de menos el sábado pasado. El
medio campo realista, por lo tanto, jugó a sus anchas al ver que tanto Álex
como Borja llegaban tarde jugada sí y jugada también, a la importante presión a
los creadores rivales.
Esto provocó la incertidumbre defensiva de una zaga que
todavía tiene que adaptarse al cambio de categoría. Especialmente los
laterales. Tanto Hugo Mallo como Roberto Lago son desbordados con facilidad y
acaban fundidos los partidos sin apenas pisar el área contraria. Un aspecto que
preocupa y más sabiendo que el único lateral puro de la primera plantilla que
tenemos en el banquillo es Bellvís. Túñez y Cabral, que estuvieron soberbios
ante el Málaga, ofrecieron una alarmante falta de coordinación que se vio
retratada en el llamativo segundo gol local. El resto, incluido un demasiado individualista
aunque siempre presente Augusto Fernández, dieron señas de necesitar todavía más
días de pretemporada.
Y es ahí donde tenemos que abogar por la esperanza. Este
Celta pinta bien individualmente hablando y a poco que Herrera consiga trabajar
la coordinación defensiva y la mecanización de las jugadas de ataque estoy
seguro de que olvidaremos este mal arranque. A falta de la llegada de un
delantero (si tuviese que elegir me quedaría con el capitán surcoreano) este
nuevo Celta tiene mucho que trabajar, especialmente en el medio del campo donde
un jugador tipo Bustos (muy sorprendente su presencia en la grada) se antoja casi
imprescindible en esta categoría. Aun a riesgo de sacrificar algo de creación
en aras de hacer más incómodos los partidos al rival. Porque ya no estamos en
Segunda División y, en la élite, el fútbol no suele mentir. Si juegas mal, lo
normal es que pierdas.
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