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Foto: @aniita_locurita |
Castrelos vivió de lleno la pasión celeste que se respira en la ciudad. Unas 20.000 almas se reunieron en torno a una pantalla gigante y, con la narración de Jacobo Buceta, siguieron todas las incidencias del trascendental choque disputado por el Celta en Tarragona. Un partido que puede pasar a la historia del Celta como el penúltimo pasito del undécimo ascenso del Celta a Primera. Mucho tiempo hacía que Vigo no vivía algo así. Por y para el celtismo. Desde la final de Copa de 2001, donde un buen puñado de aficionados, los que nos habían podido viajar a Sevilla, se reunieron en el mítico parque vigués.
El tiempo acompañó, a pesar de amenazr lluvia durante gran parte del día. Se cumplieron las previsiones más optimistas y el tiempo no traicionó la solemnidad del momento. Incluso apareció el sol, que se hizo más patente cuando Iago Aspas anotó el 0-1. El nerviosismo de una primera parte fuera del control de los vigueses llevó a la tranquilidad cuando Natxo Insa emergió como héroe inesperado al filo del descanso. Era el colofón a una primera parte que dejaba a los aficionados con el puño apretado y el corazón más relajado.
Pero ser celtista es una profesión de riesgo. Eso lo sabemos, contamos con ellos, pero duele. Una mala segunda mitad del Celta, demasiado encerrado, más pendiente de adelantar las manecillas del reloj que de otra cosa, dejó el susto en el cuerpo de la hinchada, especialmente tras el 1-2, un golazo de Longás, que dejaba el partido en el aire. Emoción, suspense, cánticos que no pararon en ningún momento. Y sí, algo de miedo. Lógico. Al final, estallido de alegría, primero con el sorprendente empate del Alcorcón y después con el pitido final de López Acera, que hizo estallar de euforia a miles de gargantas que, al unísono y sin vacilación, gritaron un ¡Sí! colectivo que atronó Vigo. El ascenso está más cerca y era fácil adivinarlo en el brillo de los ojos de los allí presentes. El próximo fin de semana nos veremos, pero será en Balaídos.
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Foto:@mim_jf |
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Foto: @Isra7_ |
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