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Foto: Ricardo Grobas |
El mundo del fútbol es tan maravilloso que nos deja imágenes imborrables que pueden cambiar en menos de un minuto, y cuando la palabra derbi se cruza por medio, el fútbol se convierte en uno de los espectáculos más dramáticos y emocionantes del mundo. Eso mismo fue lo que le pasó a Orellana el pasado domingo, que en menos de tres minutos, pasó de héroe a villano, y cambió la foto que pasará a la historia.
Y es que la foto ya estaba preparada, las rotativas esperando la confirmación para que la portada llevase a un Orellana exultante dirigiéndose a los suyos, a su afición, con un gesto inequívoco, tocándose las orejas, y pidiéndoles ruído. Orellana había entrado en la segunda parte, a tiempo para cambiar el rumbo del partido, metiendo una marcha más y dejando muy tocado a un Deportivo que palidecía ante la evidencia de su inferioridad futbolística. Orellana era el toque desequilibrante, el futbolista que le faltaba al Celta para decantar el partido de su lado. Pudo hacerlo antes, pero tuvo que ser tras un pase de De Lucas cuando superase a Ayoze a pesar de que éste le hace penalty (debió ver su cuarta amarilla del partido) y batir a Aranzubía tras deshacerse de cuanto jugador blanquiazul encontró a su paso.
Era el gol que premiaba el fútbol del Celta y convertía en héroe a un Orellana que volvía a resultar fundamental en una remontada. Pero el capricho del fútbol cambió la foto tan solo dos minutos después, cuando Orellana cometió el exceso de retener el balón demasiado tiempo, de intentar el enésimo regate dentro de su campo. Lo perdió, dejando a Lassad solo ante unos contemplativos Vila y Catalá, que apenas pudieron ser testigos del misil ante el que nada pudo hacer Yoel. Normalmente, el tiró del tunecino acabaría incrustándose en el miembro de Riazor Blues que lleva gafas de sol de noche, pero en esta ocasión impactó en la red. Lo que dolió bastante más.
Así pues, la foto cambió. Como en Regreso al futuro, de repente, la portada del periódico de mañana ya no traía a un Orellana exultante celebrando la victoria con sus compañeros, sino a un Orellana caído sobre el terreno de juego, lamentando la ocasión desperdiciada e intentando regresar al pasado para elegir otra opción. No era posible. De Lucas lo recogío del suelo e intentó volver a reactivarlo, pero era difícil. Al finalizar el partido, Herrera se esforzó animando al bravo futbolista celeste, pero no había consuelo posible. Con los ojos perdidos y vidriosos, el chileno estaba sobre el césped, pero su mente seguía estando en aquel fatídico momento en el que decidió intentar otro regate dentro de su campo.
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