Fantástico, genial, hermoso, maravilloso. Cualquiera de estos adjetivos puede describir perfectamente la sensación que experimenté al salir de Balaídos con una holgada victoria en la mochila. Desconcertado, sin saber muy bien qué hacer, abandoné el estadio con una sonrisa de oreja a oreja, con la satisfacción propia de la primera vez. Y es que, por fin, los vigueses brindaron a su afición el mejor de los regalos: un triunfo cómodo, contundente y sustentado en un fútbol de calidad, de nivel, un fútbol de ascenso. No es, ni mucho menos, tiempo de echar las campanas al vuelo, pero sí de reconocer que este equipo ha encontrado el camino, o al menos así lo parece. Le ha costado a los jugadores y sobre todo le ha costado a Paco Herrera, pero, de una vez por todas, los celestes ofrecen muestras verídicas de que soñar en el ascenso es posible.
Y el porqué de este cambio se resume en cuatro dígitos: 4-2-3-1. Este esquema es una auténtica bendición para los célticos, especialmente en Balaídos. Valientes, atrevidos, ofensivos, los de Herrera son otros con este traje. Mucho menos defensivo, aunque más sólido en defensa, esta idea de juego concede numerosas alternativas en ataque, donde el contragolpe ya no es la única opción. Ahora el Celta es capaz de dominar, de combinar, de dar sensación de peligro en ataque estático. Ante el Huesca, aunque imprecisos al principio, los vigueses fueron picando poco a poco en el muro aragonés hasta derrumbarlo. Una vez superado, regresó el contragolpe y el electrónico engordó. Le conviene al celtismo rezar para que Herrera sea fiel a esta idea, pues ha quedado más que demostrado que el equipo muestra una mejor versión.
Al principio costó, pues el planteamiento ultradefensivo del Huesca abortaba cualquier intentona céltica. Pero la suerte se alió con los locales, y un disparo sin aparente peligro de De Lucas golpeó en un defensa para colarse en la meta oscense, abriendo así el marcador y, sobre todo, el partido. Aunque los visitantes continuaron fieles a su propuesta inicial, el Celta se sintió más cómodo y comandados por un genial Álex López comenzaron a cercar la portería azulgrana con mayor claridad. El segundo tiempo fue, sencillamente, un vendaval, donde la dupla Aspas-Bermejo volvió loca a la zaga rival. Si lo de Aspas, por su calidad y acierto goleador, merece comentario aparte, lo del cántabro no se queda atrás, ya que, sin anotar un solo gol, su sola presencia convierte al Celta en mucho mejor equipo. También hay que destacar a un Joan Tomás que reclama a gritos mayor continuidad, así como un Oier que se redimió de su mala suerte en Chapín con un partido muy sobrio en el lateral. Todo apunta a que ante el Girona habrá rotaciones, pero, por el bien del equipo, quizás no convenga cambiar demasiadas piezas y aprovechar así el buen estado de forma de algunos futbolistas.
No hay que perder la cabeza ni creer que ya está todo hecho, pues recordemos que es la primera victoria en casa de la temporada y que aún continuamos lejos del objetivo inicial marcado por el presidente: el ascenso directo. Pero sí que es verdad que tanto la goleada como, sobre todo, el juego mostrado, ofrecen suficientes argumentos para pensar en alcanzar las cotas más altas. La victoria no asegura nada y nadie puede afirmar ni siquiera que el martes puntuemos ante el Girona, pero con estas armas, con estas ideas, la meta será más factible de rebasar. Sin lugar a dudas, con este fútbol hay algo más que fe para creer en el aún lejano sueño de Primera. Ojalá Herrera no vuelva a montarse a la burra y, como decía la canción, “que el ritmo no pare”
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