Sin suerte en el regreso al pasado


Desafortunados. Este es el mejor calificativo para definir el Celta que vimos ayer en Balaídos. Algo habitual ya en los enfrentamientos con el Real Valladolid, pues parece que azar y Pucela no concuerdan demasiado bien cuando están los vigueses de por medio. Lo digo porque el curso pasado, en los, a mi juicio, mejores minutos del Celta en toda la temporada, no se consiguió arañar ni un solo punto del Nuevo Zorrilla, en un encuentro en que los celestes, sobre todo en la primera mitad, pudieron acabar goleando. Ya en la segunda vuelta del campeonato, instalados en plena crisis de identidad y resultados, tampoco acompañó la diosa fortuna, necesaria para prolongar una remontada que había iniciado Quique De Lucas y que Óscar cortó inmediatamente de raíz.

Ayer ocurrió tres cuartas partes de lo mismo. Sin realizar un fútbol, en mi opinión, excesivamente brillante, abusando en ocasiones del pelotazo, el conjunto vigués empezó a parecerse a lo que todos esperamos, dejando atrás esa alargada sombra que mostró en los choques precedentes. Recuperó la solidez defensiva que, a ratos, había mostrado en Almería, y a la que sólo Javi Guerra, posiblemente el mejor delantero de la categoría, consiguió desarbolar con una definición magistral. Él y Jaime fueron los estandartes de un Valladolid bastante pobre que se marchó con demasiado botín de Balaídos. La calidad del delantero y las manos salvadoras del guardameta dieron a los pucelanos un punto inmerecido y que, de alguna manera, demuestra lo poco que hay que hacer en el feudo vigués para no irse de vacío. Este es un problema que urge solucionar cuanto antes, pero que, sin duda, será más fácil de reparar con partidos como el de ayer, y no con encuentros como el del Elche.

Parte de dicha solidez defensiva tiene mucho que ver con la nueva posición de Álex López, semejante a la que ocupó el curso pasado y en la que tan buenos réditos ofreció el ferrolano. Herrera optó por volver al pasado y retrasar al canterano, orquestando un trivote en el centro del campo donde Oubiña se asentaba en el eje, mientras Insa y el propio Álex López ocupaban los costados. Un sistema que permite al Celta defender mejor, principalmente porque aporta una ayuda a los laterales de la que antes carecían. La mejor prueba de ello es que dos buenos jugadores como Sisi y Nauzet estuvieron totalmente desaparecidos. Con Oubiña, Insa y un mejorado Álex López, el Celta ofreció mayor salida de balón que en encuentros precedentes y eso fue algo que se notó. No obstante, el problema ahora viene por otro lado.

El Celta mostró más intensidad y voluntad de llevarse el partido que el rival, lo que lo hizo merecedor del triunfo. No obstante, las ocasiones de gol llegaron más a base de arreones que dibujadas por un patrón de juego definido: David, mucho más cómodo en su posición natural, se mató a tirar desmarques que, a veces no lo encontraron, y, otras veces, no supo convertir en gol; De Lucas, que apareció otra vez tras su “ausencia” de dos partidos, consiguió volver loca, en más de una ocasión, a la zaga visitante; Orellana lo intentó, primero desde la mediapunta y después desde la banda, aunque sin excesiva fortuna, a excepción de su magistral ejecución de falta.

Sin embargo, a mi juicio, al nuevo sistema le faltó un futbolista enlace, un enganche capaz conectar, desde zona de tres cuartos, con los futbolistas más adelantados. Una función que venía realizando Trashorras y en la que, ahora, el Celta encuentra una clara disfunción. Por momentos, los de Herrera parecieron un equipo sesgado, en el que defendían ocho y atacaban cuatro, donde sólo Álex López realizaba ambas tareas. La entrada de Joan Tomás le dio al equipo esa pieza de unión que le faltaba y, los últimos veinte minutos, fueron, aunque de un fútbol alocado, los mejores del partido para los vigueses y en los que sólo Jaime consiguió evitar la remontada.

Este Celta pinta mejor, pero aún necesita mejorar. Herrera parece haber dado con la tecla en defensa y sigue buscando la fórmula mágica en ataque. Mientras la encuentra, esperemos que la calidad de los de arriba, como ocurrió con Orellana, siga aportando puntos. El camino a seguir se parece mucho más al encuentro de ayer que a los dos precedentes. El resultado, injusto, no mostró lo reflejado en el terreno de juego, donde un Celta, aún sin engrasar ofensivamente, hizo muchos más méritos que el Valladolid para alzarse con los tres puntos. La injusticia de ayer obliga a vencer el próximo domingo en Los Pajaritos, un campo que, por el nombre, parece propicio para continuar con el despegue.

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