El tercer equipo de la ciudad


Carlos Mouriño, Presidente del Real Club Celta, lamentaba ayer el escaso apoyo que recibe el equipo por parte de la ciudad de Vigo. Es cierto que la rueda de prensa de ayer fue poco constructiva, en el sentido de que el jerarca celeste se limitó a culpar al empedrado, en lugar de admitir los errores que han podido a este desarraigo en la ciudad, y de los cuales el actual Consejo de Administración es el gran responsable.

Pero la situación, por mucho que aquí se hayan hecho las cosas muy mal, no se limita a la ciudad de Vigo. Probablemente sea algo que ocurra en todas las ciudades, pero lo que nos ocupa ahora mismo es Vigo. No voy a entrar a comentar el problema del multiequipismo, que para mí es un problema. Hemos hablado muchas veces de esto, y al final, aquellos que son de más de un equipo siempre se ponen a la defensiva. Simplemente decir que no me convence eso de ser al 80% de un equipo y al 20% de otro, y no me creo que alguien sea al 100% del Celta, y luego al 30% de otro, porque la suma supera el máximo. Para mí esto supone un problema, aunque me imagino que aquellas personas que son de dos equipos tienen que entrar en una espiral de contradicciones y sentimientos encontrados nada agradable.

Pero el gran problema del celtismo, y tal vez del fútbol en general, es el duopolio establecido actualmente y en el que parece no existir nada más que Barcelona y Real Madrid. Los últimos enfrentamientos, en los que ha habido de todo menos fútbol, favorecen la bipolaridad. Cuánto más odio genere Mourinho, más aficionados se posicionarán del lado barcelonista, y más fanáticos serán los del bando merengue en su defensa. Es la situación ideal para todos, ya que la prensa se beneficia limitándose a informar simplemente de dos equipos obteniendo más beneficios. Los periódicos venden más que nunca, y las televisiones están encantadas... si tienen los derechos de estos equipos, claro.

En Vigo se nota esto. Cada vez se ven menos niños con la camiseta del Celta por la calle, y sin embargo, afloran los niños vestidos de blanco o azulgrana. Es verdad que hubo la sensación de que el celtismo se recuperaba levemente tras el último play-off, pero es difícil competir con las horas que la televisión y la radio dedica a estos dos equipos, y lo poco que se habla de los demás. La realidad es la que es, el mundo se globaliza, y por tanto tiende cada vez más a deslocalizarse. Lo local ya no interesa, porque no hay medios con la suficiente fuerza como para difundirlo.

Pero es una pena. Lo ideal sería que Vigo se sintiese orgulloso del Celta con independencia de los resultados. Esta cuestión es algo que resulta dificilmente comprensible, ya que da la sensación de que el orgullo siempre tiene que ir asociada a las victorias. Un error, bajo mi punto de vista, ya que el orgullo va mucho más lejos de eso. No acabo de entender que la gente prefiera el exito de un equipo ajena antes que el éxito del propio equipo. Es como si un padre se alegrase más por el hijo del vecino que por el de su propio hijo, simplemente porque el vecino sale en la tele y es más guapo. Y encima, le paga los estudios para que le vaya muy bien en la vida.

Así pues esta es la situación actual. El Celta es el tercer equipo en su propia ciudad. Una situación que debería avergonzarnos, pero también recapacitar y reflexionar. ¿Dónde estaría este equipo si tan solo el 10% de la población censada en el ayuntamiento fuese abonada? Con 30.000 socios de la ciudad, más los que se puedan lograr en poblaciones cercanas, el Celta sería un equipo de Primera, con ingresos de Primera.  Al final, cada ciudad tiene el equipo que quiere tener. Y en Vigo, parecemos empeñados en tener un equipo de Segunda División.

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