El fútbol, como todo ente viviente, evoluciona. Con el paso del tiempo, hemos visto como el deporte rey ha sufrido numerosas modificaciones que repercuten tanto al ámbito deportivo como al extradeportivo. Variaciones que han transformado este juego, alejándolo de aquel que apasiona a los más puritanos. En los últimos tiempos, y entrando de lleno en lo estrictamente futbolístico, se está poniendo de moda lo que ya muchos denominan “el delantero mentiroso”. El Barça de Pep Guardiola es el máximo exponente de esta nueva variante táctica, en la que el equipo apuesta por perder una referencia arriba, en pos de poblar el área de falsos puntas que aparecen y desaparecen a la velocidad del rayo. Esto supone toda una revolución, pues lo más común en el viejo mundo del fútbol es contar con un claro estilete ofensivo, un hombre de gol que conciba el área como su hábitat natural.
Esta propuesta es muy comprensible, yo diría incluso obligatoria, en el Barça de Guardiola. La figura de Messi, incontestablemente el mejor jugador del planeta, obligó al técnico de Sampedor a adoptar este esquema para poder situar al astro argentino en el centro del ataque. Los culés lo agradecieron, pues el rendimiento del 10 mejoró una barbaridad y la cosecha de títulos azulgrana no admite discusión. Pero, por el contrario, otros futbolistas vieron reducido su protagonismo. Primero fue Eto’o, después Ibrahimovic y ahora David Villa. El delantero asturiano, máximo goleador de la historia de la selección española, sufre un preocupante bajón en su rendimiento motivado, en mi opinión, por su nueva demarcación en el campo, volcado a la banda izquierda, lejos de su zona natural de influencia como es el centro del ataque. De este modo, y aunque no ha dejado de marcar goles, “el Guaje” no es aquel peligroso jugador que maravilló en el Valencia, eclipsado por un fantástico Messi y relegado a una posición en el campo que no es la suya.
¿Y qué tiene que ver esto con el Celta?, preguntarán algunos. Pues yo creo que mucho, ya que el conjunto vigués vive ahora, por decisión de Paco Herrera, una situación parecida. Me explico. La inoportuna lesión de Bermejo, y digo inoportuna porque estaba realizando un genial inicio de temporada, ha dejado al Celta sin una referencia clara en ataque, pues Herrera insiste en colocar a Iago Aspas, el prototipo perfecto de “delantero mentiroso”, como hombre más adelantado. Mientras, David Rodríguez, el máximo goleador celeste la temporada pasada con 17 tantos, queda relegado a la banda izquierda, donde no se siente del todo cómodo.
Algunos dirán que pese a no ser su posición, su rendimiento no ha variado, pues continúa con su olfato de gol intacto, sumando dos goles en tres partidos. No obstante, creo que su influencia en el equipo es mucho menor. Es un caso muy parecido al de Villa. Si por algo destaca David Rodríguez es por dos cualidades: la velocidad y el desmarque. El delantero talaverano es, posiblemente, uno de los jugadores más rápidos de la Liga; además, sabe leer muy bien los espacios a la espalda de la zaga rival, lo que le permite gozar, en cada partido, de alguna que otra ocasión clara. En la banda, sus virtudes, sobre todo esta segunda, se ven reducidas, y aunque siga anotando goles, que los marcará y muchos, este año veremos a un David menos protagonista si Herrera insiste en colocarlo en esa demarcación.
En mi opinión, es una decisión comprensible cuando Bermejo esté disponible. Con un esquema de juego que obliga a jugar con un solo delantero centro o con ninguno, es lógico que sea el cántabro, mucho más estático que el talaverano, el que ocupe la posición de nueve. Sin embargo, en aquellos partidos en los que el ex-jugador del Racing de Ferrol no esté sobre el césped, ¿no sería más lógico que fuese David la referencia en ataque? Con futbolistas por detrás como De Lucas, Orellana o el propio Aspas, David podría hincharse a meter goles.
Sigo tampoco sin entender porqué Herrera se empeña en situar al de Moaña como delantero centro, cuando durante su carrera ha demostrado que la posición que mejor le va es la de mediapunta, obligando por ello a David a jugar en un lugar en el que no está del todo cómodo. Tanto en el encuentro de ayer como en el de Las Palmas, hubo muchas fases del partido en las que el Celta no encontró una referencia arriba, ya sea para el remate a puerta o como punto de apoyo para construir el juego. Iago Aspas tiende a echarse hacia atrás para no perder contacto con la pelota, por lo que, la zona de remate celeste se queda muchas veces vacía de efectivos en favor de un mediocampo, por momentos, superpoblado. En mi opinión, la solución está clara: retrasar a Aspas a la altura de Álex López y De Lucas, y colocar en punta de ataque a David. Y es que, al fin y al cabo, el depredador tiene que vivir en su hábitat natural, porque si no, muerde menos.
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