Hoy mismo el club ha anunciado que se han sobrepasado los 13000 abonados, estando ya cercano el hecho de igualar las cifras de 13600 del curso pasado. ¿Cómo debería tomarse esta noticia? ¿Con optimismo o más bien todo lo contrario? Si vemos el vaso medio lleno, la realidad es que somos el segundo equipo de la Liga Adelante con más socios, únicamente superados por el Deportivo y su sentimiento a flor de piel tras el inesperado descenso y una inteligente campaña del señor Lendoiro. La situación actual del fútbol español (relacionada directamente con la situación social y económica de nuestro disparate de país) no da para más. Los campos, por lo general, están medio vacíos o directamente vacíos. Incluso en Primera División. Hinchando pecho como en su día hiciera el hoy perseguido ex presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, podríamos decir que no estamos tan mal.
Mal de muchos, consuelo de tontos que se suele decir. No me consuela que el resto de clubes españoles estén, a nivel de abonados y afición, mejor o peor que el Celta. Lo que me interesa es el propio Celta y, si algún día queremos ascender, el campo tiene que recibir una buena entrada. No pido que se llene el aforo a cada partido teniendo en cuenta que al espectador medio le resulta muy poco atractivo ver al Huesca, al Alcoyano o al Sabadell (con todos mis respetos para los tres clubes). Sería pedir peras al olmo. Lo que pido es que al meno, si la campaña de abonados registra estos datos, que se cumplan a cada partido. Sería bueno para todos ver a esos más de 13000 sentados en sus respectivas butacas cada encuentro. Llenaría de orgullo encontrarse con esa estampa tras ya estar acostumbrado a los 9000 o 10000 valientes de rigor que sufren contra viento y marea.
El Celta nos necesita. Más allá de jugadores, entrenadores, directivos y personal de todo tipo. Es el Celta, como equipo de nuestros amores e institución, lo que hemos de rescatar del fango más pegajoso de la Segunda División. Tenemos que volver a la élite. Y para ello existe un camino sencillo (aunque económicamente prohibitivo, eso hay que reconocerlo) que resulta de hacerse socio: sentarse en la butaca de turno y presionar, animar y vivir los partidos con intensidad. Nosotros también jugamos. A veces, cuando veo partidos de equipos con más suerte en las gradas que nosotros, siento una mezcla de envidia y nostalgia. Me encantaría entrar a Balaídos y ver una olla a presión (desde luego que la separación grada/campo no ayuda), ver a un público metido al cien por cien en el partido protestando cada decisión (acertada o no) del árbitro y poniendo nerviosos a los rivales.
La realidad es que a los equipos no les da miedo venir a Balaídos. Se ha convertido, desde hace ya bastante tiempo, en una visita tranquila y cómoda, un campo grande y frío en el que resulta sencillo jugar al fútbol. No debería ser así. Y la primera piedra tenemos que ponerla nosotros, los aficionados. Los 13000 abonados, o los que termine habiendo finalmente, deberían acudir con regularidad o al menos intentarlo. Hay que ir a por todas. Tiene que ser este año y la irregularidad no se ve únicamente en el césped. Las gradas también cuentan.
13.000 socios irregulares
Publicado por Germán Pérez Iglesias el 9/29/2011 09:00:00 p. m.
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