El segundo de abordo


A poco menos de dos semanas de que arranque una competición liguera en la que el Celta debe buscar, por quinto año consecutivo, el retorno a la Primera División, la actualidad celeste se encuentra envuelta en polémica debido a una vorágine de decisiones controvertidas e incomprensibles por parte de la directiva del club. Desde Praza de España se las han arreglado para desviar la atención del balón a los despachos, donde, a través de prácticas supuestamente poco correctas, se intenta buscar una salida a futbolistas como Sergio Ortega, Aritz López Garai o Roberto Trashorras.

Aunque, en un principio, el presidente Carlos Mouriño se había convertido en la diana de todas las críticas; en las últimas horas, ha salido a la palestra la figura de Antonio Chaves, director general del Celta, y quien, según las últimas informaciones, es el principal responsable de esta desagradable situación. Agazapado a la sombra del máximo accionista del club, Chaves ha gestionado y gestiona los asuntos del club vigués, tomando importantes decisiones en el ámbito económico y que, irremediablemente, han acabado afectando al apartado deportivo. Son estas decisiones las que lo han situado, a día de hoy, en el ojo del huracán y las que lo han convertido en el objetivo de las iras de un aficionado desencantado y decepcionado, engañado por una directiva que le roba motivos para creer, que lo ilusiona primero y le falla después.

Antonio Chaves sobresale por su juventud y su currículum. Con apenas 33 años de edad, el de O Grove es licenciado en Derecho por la Universidad de Santiago de Compostela.; tras realizar distintos masters y cursos de especialización (todos ellos relacionados con la rama del Derecho), comenzó trabajando como técnico jurídico en el ayuntamiento de su localidad natal. Posteriormente, sería contratado por el bufete de Martinez Barros para llegar, después, a J&A Garrigues, donde trabajó durante cuatro años. Tras seis meses como responsable jurídico del Celta, Mouriño decidió nombrarlo director general de la entidad en 2008. Su labor: salvar al Celta de la quiebra económica.

Y, si nos remitimos a lo estrictamente económico, podemos decir que está cumpliendo con su trabajo. Condujo al Celta al Concurso de Acreedores, donde consiguió aprobar un convenio que reducía de 80 a 30 millones la deuda de la entidad, al tiempo que inició un plan de viabilidad a once años. Poco a poco, el club vigués va reduciendo su deuda y limpiando sus arcas de números rojos.

No obstante, y aunque su misión se está cumpliendo, el Celta paga, año tras año, un peaje deportivo demasiado alto. Desde su llegada, fútbol y economía han ido de la mano, como si de una balanza se tratase: cuando una ganaba, perdía la otra. Y, generalmente, siempre perdía el fútbol. Chaves ha apretado el cinturón del Celta hasta dejarlo casi sin respiración. Su política de recorte brutal estuvo a punto de acabar con el equipo en Segunda B, al tiempo que no permitió aspirar a cotas mayores que la permanencia en la división de plata. El pan de cada día es fichajes a coste cero, la excusa de que se confía en la cantera para no pagar un traspaso y salida de las fichas más altas. En muy contadas ocasiones el club ha desembolsado cantidad alguna de dinero para contratar a un futbolista, prefiriendo traer a un peor jugador a menor precio o vender el discurso fácil y populista de que se apuesta de la cantera. Como bien dijo Couñago, de haber dinero, la realidad sería otra. Y en el apartado de las salidas, ya todos conocemos la historia: con tal de librarse de las fichas más elevadas, se prefiere malvender a cualquier futbolista, incluso si es el mejor de la categoría.

A lo largo de estos tres años que lleva en el club, no sólo ha tenido problemas con la afición y con aquellos futbolistas a los que decidió dar la baja (además de los ya mencionados, podemos rescatar a otros como Rubén, Esteban, Peña, Núñez, Canobbio…). La congelación salarial, así como la amenaza de ERE a la que sometió al comité de empresa, fue otra de sus decisiones que causaron animadversión. A esto hay que sumarle el conflicto con Eusebio, al que buscó sustituto (Juanma Lillo) antes de tiempo. Asimismo, durante este periodo, ha demostrado un cierto interés por el ámbito deportivo, alejándose de sus competencias, las cuales se reducen al más estricto apartado económico; su intromisión en ciertos asuntos del equipo, fue algo que tampoco gusto al técnico pucelano y que, seguramente a día de hoy, desagrade a Paco Herrera.

Antonio Chaves debería, por el bien del Celta, abandonar el disfraz de tijera que todo lo corta. La afición entiende que es época de “vacas flacas” y que, sin dinero, los objetivos son más difíciles de cumplir. No obstante, cuesta creer que no se pueda hacer ni un mínimo esfuerzo (como el de fichar a Rafita o mantener a Trashorras) si eso va a ayudar a subir al equipo a Primera División. No se entiende esa política de no arriesgar ni un duro, prefiriendo traer futbolistas de nivel inferior, así como malvender a las perlas de la cantera (puede que, en uno o dos años, el valor de Denis Suárez se multiplicase). No gusta el fondo, ni tampoco las formas. ¿Qué es eso de presionar y amenazar profesionalmente a los futbolistas para que busquen una salida? ¿Cómo se explica eso de colocar al entrenador como responsable de las decisiones para intentar huir de las críticas?

Chaves debe continuar en su labor de reducir al mínimo la deuda del Celta, pero sin olvidar que, ante todo, esto es un club de fútbol, el cual debe ser el objetivo último de toda operación. El Celta debe apretarse el cinturón, de eso nadie duda; pero lo que no puede es afixiarse. En estos momentos, la economía debe prevalecer, pero no puede hacer olvidar por completo al fútbol. Sobre todo si hay un ascenso de por medio.
Y por último, quisiera saber si soy el único que se pregunta esto. ¿La mejor manera de sanear la deuda del Celta no sería con el equipo en Primera División? Responda, señor Chaves.

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