Con este artículo iniciamos una serie sobre los momentos más dulces del Celta, aquellos partidos donde el final fue una sonrisa, un baño de celtismo, una lagrima de alegría. Para el comienzo un encuentro de fútbol brillante, lleno de calidad y con jugadores de enorme clase. Un partido donde las gradas vivieron un momento de convivencia deportiva, difícilmente repetible y mucho más en este fútbol español nuestro, donde todos parece que buscamos nuevas rivalidades para seguir llenando de muescas nuestras armas.
Para recordar estos días, traemos a Alejandro, presidente de la peña Centolos Celestes, y Antonio, socio de Río Alto desde hace 28 años. Ellos vivieron en primera persona aquel encuentro desde la grada del coliseo vigués.
Corría la temporada 2002/2003, el club había decidido optar por Miguel Ángel Lotina para el banquillo tras la marcha de Víctor Fernández, agotado tras cuatro años de mucho fútbol pero poco trofeo que llevarse a la boca. Horacio Gómez decide hacer pocos fichajes trayendo a José Ignacio, petición expresa del entrenador, y a Coudet para sustituir a cierto estonio que sería protagonista del partido que comentamos. El equipo inicia la liga muy fuerte, colocándose en la tercera jornada como líder y nunca bajando en toda la temporada de la sexta posición. Lotina había imprimido al equipo mayor solidez defensiva, decidió arriesgar muy poco fuera de Balaídos y dejar que la calidad de gran parte de la plantilla hiciera el resto.
Alex lo recuerda como “una temporada rara, con un desarrollo del juego inferior a las temporadas pasadas de Víctor y con Lotina en el punto de mira constante de una afición más exigente. El equipo fue más serio defensivamente y un poco más respetado por los árbitros.” Antonio es un poco más crítico con la afición: “El celtismo seguía viviendo en años anteriores sin darse cuenta que aquellos jugadores no volverían y que aquel juego en los últimos años de Víctor ya no era tan bueno. El equipo fue más práctico y no tan vistoso, pero los resultados seguían siendo excelentes”.
La directiva ve que aquel equipo puede lograr lo nunca conseguido, la clasificación para Champions, pero una serie de malos resultados en enero (derrotas consecutivas en Riazor, Anoeta y en Balaídos ante el Real Madrid) los obligan a reforzar el equipo. Llegan desde Las Palmas un interior derecho, años después lateral, Ángel, para sustituir la salida de Coudet, y para reforzar la defensa desde Argentina Sebastián Méndez. Pero el sudamericano tiene muy mala suerte y cae lesionado gravemente de la rodilla. El 18 de marzo aterriza en Vigo en su lugar un egipcio que enamoraría al celtismo: Ahmed Hossam, Mido.
Su fichaje sería clave en las siguientes jornadas. Y en el cambio de sistema que el entrenador vasco realizó tras perder en Villarreal 5-0, partido marcado por un nefasto arbitraje que nos dejo con 9 en la primera parte. Opta por un trivote con Luccin, Giovanella y José Ignacio, y otro trío para el ataque con Edu, Mostovoi y Mido. Quedaban 4 jornadas de liga y el cuarto puesto era cosa de dos: Valencia y Celta.
Derbi en Balaídos, el trivote destroza al Coruña y lo aleja definitivamente de la lucha por la Liga con un 3-0. El campeonato era cosa de dos, Real Sociedad y Real Madrid. El Celta coge el cuarto puesto y ya no lo dejaría. Antepenúltima jornada, los celestes arrancan un empate del Bernabeu (la prensa madrileña atacó duramente aquel día el trivote, decían que el Celta no merecía ir a Champions… donde estará esa prensa ahora viendo a Mourinho), el Valencia empata en Anoeta. Un punto de ventaja para los nuestros. Penúltima jornada, recibimos a la Real Sociedad líder y el Valencia en Mestalla al Barcelona, que luchaba por entrar en UEFA. La sensación es que nada se decidiría hasta la última jornada.
El desplazamiento de aficionados realistas fue masivo, miles de vascos inundaron Vigo aquel domingo, 15 de junio de 2003. Ni un solo incidente. Ejemplar. Balaídos ofrecía un aspecto magnifico, lleno, con un colorido que solo alguna noche europea podía rivalizar. Marcador se adornaba con una bandera gigante. El Celta iniciaba con Cavallero, Velasco, Sergio, Berizzo, Sylvinho, José Ignacio, Luccin, Giovanella, Edu, Mostovoi y Mido. Un once para recibir al equipo de Karpin, que volvía por primera vez a Balaídos tras no renovar. Y además Umbro decidía estrenar nueva camiseta para el Celta, con la que jugaría las dos temporadas siguientes. El encuentro lo tenía todo.
Antonio tiene un grato recuerdo del partido: “Eran dos equipos excelentes, la Real tenía a Kovacevic, Nihat, Xabi Alonso... y había hecho una liga impresionante. Y el ambiente era de Champions. Un encuentro donde el Celta tuvo más suerte de cara al gol.” Alex corrobra la visión de Antonio: “fue un partidazo, intenso, de constantes alternativas, ante la Real que era líder y dependía de sí mismo para ser campeón. Ganarles suponía quitarles la liga y dársela al Real Madrid, y dolía, ya que la afición realista era increíble. Recuerdo vivir las horas previas con ellos y sufrir de pensar que les podíamos quitar el campeonato. Fue especial y diferente, inolvidable.”
El encuentro fue de muchos kilates y así lo demostró rápidamente, con el Celta adelantándose a los diez minutos, gol de Mostovoi desde fuera del área “ayudándose” en la espalda de Edu. Balaídos explota. Hasta el descanso no se movería más el partido. Pero a los tres minutos de la reanudación, gran centro de Edu y Mostovoi, de nuevo, marca de cabeza el 2-0. Los de Donosti tardaron en reaccionar 15 minutos cuando Nihat pone el 2-1.
El encuentro se abría definitivamente y aquel Celta con espacios era letal. Xabi Alonso pierde en el medio del campo, Mostovoi monta la contra, Velasco centra, Westerveld rechaza y Mido a portería vacía en el 70 pone el 3-1. Finiquitado. Y el Barcelona gana en Mestalla 0-3. Aún Nihat haría el 3-2 pero no quedaba tiempo. Balaídos celebra que va a escuchar el himno de la Champions tres meses después (mediante eliminatoria previa que resolvió no sin apuros ante el Slavia de Praga).
La fiesta duró hasta bien entrada la madrugada, a pesar de ser domingo y ya casi de medianoche, Vigo inundó la Plaza de América de celeste. El equipo visitó el lugar de celebraciones en un autobús descapotable en el momento culmen de la madrugada. No era para menos, por primera vez el Real Club Celta jugaría la Liga de Campeones e igualaba la mejor posición en la historia en Primera, un cuarto puesto.
La fiesta de la Champions fue “especial, todos los que me conocen saben que lo celebré a lo grande. Pero también con cierta contención inicial, al intentar consolar a los aficionados vascos y hacerles ver que no estaba todo perdido” nos cuenta Alex, haciendo memoria de las amistades creadas aquel fin de semana. Antonio se muestra más comedido “no nos creíamos que el Valencia hubiera pinchado en casa ante el Barça, que hizo una liga horrorosa. Desde fuera veía a mis sobrinos bañarse en la fuente y pensé que tantos años de quedarse a las puertas merecieron la pena al ver aquella explosión de alegría”.
Lotina continuó la temporada siguiente pero solo hasta enero, Mido no se quedó en Vigo, el equipo empezó a acusar los problemas económicos del club y, a pesar de recibir al Milán, al Ajax o al Arsenal por Vigo, no se pudo evitar el descenso a Segunda un año después. Pero esa ya es otra historia.
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