Lección de celtismo


La semana pasada me preguntaba si Vigo estaba con el Celta. Era una pregunta retórica, conozco perfectamente la respuesta, pero una cosa es Vigo y otra bien distinta el celtismo, que, una vez más, ha demostrado su enorme grado de implicación con la plantilla y la institución.

El celtismo es un pequeño reducto de aficionados fieles, sería imposible cuantificar el número, que hemos estado en las duras y en las más duras, que es lo que nos ha tocado en los últimos años. Somos pocos, es indiscutible, pero en mayor o menor medida aportamos nuestro granito de arena.

Los que estamos cerca y los que estáis lejos, los celtistas de la diáspora, sabemos lo que es llevar este sentimiento y lo expresamos a nuestra manera.

Esta semana se han producido dos hechos de esos que emocionan. Cuando peor está el equipo tras un mes de marzo para olvidar, dos gestos espontáneos han llenado de vida al celtismo. El viernes, la subida a A Madroa para asistir al entrenamiento del equipo, y ayer por la noche, subida a Peinador para recibir al equipo en el aeropuerto. Era una visita prevista antes del partido, aunque está claro que el arbitraje de Gil Manzano ayudó a que muchos se decidieran.

Algunos pudimos ir el viernes y otros pudisteis hacerlo ayer. Incluso alguno repitió, y otros, que no pudisteis estar en ninguna de las dos citas también estabais presentes. Es para sentirse orgulloso. Orgullosos de este equipo, orgullosos de esta afición. Nunca caminaremos solos. Y digo caminaremos porque el día que entendamos que todos somos uno, habremos ganado el partido más importante de nuestra historia.

Estos dos gestos, en apariencia inocuos, pueden haber sido el mayor paso hacia el ascenso. Tal vez cuando termine la temporada se recordará esta semana como el punto de inflexión que cambió la dinámica de un equipo. Ahora es cuando más nos necesitan y si hace falta repetir esto, se hará.


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