El rugido del celtismo traspasa fronteras


Foto: RC Celta

El Celta dio ayer un auténtico golpe sobre la mesa con su triunfo ante el Dinamo de Zagreb, una victoria de carácter que lo impulsa hasta la cuarta posición de la tabla. Pero si el equipo demostró coraje, ambición y fútbol, aún más grande fue la demostración del celtismo: un millar de almas celestes conquistaron las gradas del estadio Maksimir, convirtiéndolo por momentos en una extensión de Balaídos.

Fue una imagen poderosa, casi irreal: ver ondear tantas bufandas celestes en pleno corazón de Croacia, a más de 2.600 kilómetros de Vigo, en un viaje plagado de dificultades logísticas y pocas facilidades aéreas. Pero no hay distancia que pueda con el celtismo. Esta afición vive un idilio absoluto con su equipo, una comunión pocas veces vista, ni siquiera en los años dorados del club. Donde va el Celta, va su gente y juntos, son imparables.

Los jugadores y el propio Claudio Giráldez no escatimaron elogios: palabras de orgullo, de gratitud y de asombro ante el inquebrantable apoyo de su hinchada. En los momentos más duros del partido, entre las gradas distantes del Maksimir, fue el eco de su afición el que les recordó quiénes son. Porque anoche, en Zagreb, el Celta no jugó como visitante: jugó arropado por su pueblo, por su historia y por un sentimiento que no conoce fronteras.

 

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