Carlos Mouriño, 17 años de luces y sombras al frente del Celta



Carlos Mouriño cumplió este jueves 17 años como presidente del Celta. Es el mandato más largo en la historia del club, que nunca había tenido un periodo tan largo de estabilidad en cuanto a su máximo dirigente. La conversión del club en Sociedad Anónima, allá por 1992, fue la puesta de largo de un nuevo modelo de gestión de los clubes, en los que los presidentes ya no son elegidos por los socios, sino por el capital. 

Horacio Gómez presidió el club durante 11 años, siendo ya uno de los mandatarios más longevos. En 2016 decidió vender el club a Carlos Mouriño, que ya formaba parte de la anterior directiva. La única posibilidad de que el actual presidente deje su puesto es que aparezca un comprador, o que deje su puesto a alguna persona de su confianza, principalmente de su familia. La voluntad de la afición ya no entra en la ecuación. 

En todo caso este es un debate superado. Hace más de tres décadas que existe este modelo. Muchos de los que me leéis no recordáis el anterior porque todavía no habíais nacido. Otros sí, pero no erais lo suficientemente mayores como para echarlo de menos. Otros incluso preferís este sistema, pero he querido hacer esta introducción porque para entender los 17 años de mandato es fundamental. Mouriño no necesita el apoyo de la afición para ser presidente, pero le cuesta aceptar que no goza de popularidad. O no la que le gustaría. 

Su mandato está lleno de luces y sombras. Ha hecho cosas bien, otras no tanto. Sería imposible no cometer errores en 17 años de mandato, del mismo modo que sería terrible no haber acertado nunca. Ha acertado, y muchas veces, y se ha equivocado algunas. Probablemente si hacemos un balance han sido menos los errores que los aciertos.  Aunque quizás lo mejor para un análisis más riguroso y eficaz sea dividirlo por áreas. 

Área deportiva 

Esta es la más importante de todas las área para un aficionado. Es lo único que importa, aunque no se puede entender como un área independiente de las demás. Todo lo que pasa en el club acaba afectando a lo deportivo. El problema es que la sensación de la afición es que este es el apartado que menos importa en el club. 

Comencemos desde el principio. Un hecho incontestable es que Carlos Mouriño recogió a un equipo clasificado para la UEFA Cup, antigua Europa League, y un año después tenía al equipo en Segunda División. El regreso a Primera fue el más largo de los últimos cincuenta años, asomándonos al abismo en 2009, con el ya famoso partido en el que Aspas cerraba la salvación matemática a falta de dos jornadas para el final. 

A partir de ahí la historia es otra. El club, obligado por las circunstancias económicas, y tras la acertada decisión de fichar a Eusebio Sacristán, dio un giro radical. Creció con la cantera, también con ventas de canteranos que salvaron la economía, y logró el ascenso en 2012. Desde entonces se ha mantenido en Primera División, llegando incluso a volver a Europa en 2016. Una década después de coger el equipo lo situaba justo donde estaba. A partir de ahí se ha iniciado otra cuesta abajo, con el equipo más pendiente de salvar la categoría que de otra cosa, y nula ambición desde Príncipe por intentar crecer. O eso es lo que parece. 

Existen varias áreas de mejora en este aspecto. Con Miguel Torrecilla como director deportivo logró fichar barato y lograr plusvalías en las ventas, lo que le permitía crecer. Acertó con el fichaje de técnicos como Paco Herrera, Luis Enrique o Berizzo, pero a partir de la marcha del argentino, no ha tenido ese nivel de acierto. Tampoco en los fichajes. Es cierto que se produjeron pelotazos como los de Maxi Gómez o Lobotka, pero la gestión de sus salidas fueron un tanto decepcionantes. Otros fichajes, como los de Emre Mor,  no necesitan ningún tipo de calificativo. Un dato que habla negativamente de la política de captación del club, es que la mayoría de los grandes traspasos son jugadores de la cantera. Habla mal de la política en materia deportiva, y a la vez muy bien del trabajo que ha hecho el club con la cantera desde la llegada de Mouriño. Quizás el giro más radical y más agradecido por la afición. 

Área económica 

Es aquí donde existe mayor consenso entre la afición. Poco se le puede reprochar a nivel económico a la gestión de Carlos Mouriño. Es cierto que no dice toda la verdad cuando cuenta que llegó y se dio cuenta de que la caja estaba vacía. Él sabía como estaba el club. O debería. Un empresario debe saber lo que compra, y lo primero que hizo fue gastarse 7 millones de euros, más el valor de Toni Moral, en comprar a Nené. Al año siguiente, y con el club descendido a Segunda División, pagó traspasos, por ejemplo medio millón de euros por Rubén González. Fue al final de esa campaña cuando se dio cuenta del lío. 

Y ahí respondió bien. Con Antonio Chaves recién llegado al club, y la presencia de María José Herbón en la parcela financiera, el club logró salir a flote. Superó con éxito un impecable proceso concursal, que además Mouriño aprovechó para hacerse con el control total del club. En cinco años el club estaba en proceso de saneamiento, y sin riesgo de desaparición.  A partir de entonces la gestión ha ido encaminado a modernizar el club a nivel de explotación de recursos, explorando mercados y formas de ingresar nunca vistas antes en el Celta. 

Año tras año el club cierra las temporadas con beneficios, e incluso pudo sortear la pandemia, muy dura para muchos clubes, con cierta holgura, aprovechando lo que había podido ahorrar en años anteriores. Hoy en día el club cuenta con el presupuesto más alto de su historia, aunque esto sería aplicable a cada uno de los 20 equipos de Primera División. 

Área social 

Si en algo tiene mucho margen de mejora el Celta de Carlos Mouriño es este apartado. El Celta presume de haber sufrido un proceso de modernización durante estos 17 años. Es innegable, como lo es también que ninguno de los equipos que forman parte de LaLiga es ajeno a este tipo de avances. El fútbol ha avanzado, el mundo ha avanzado, y el Celta también lo ha hecho. No más rápido que los demás, por cierto, pero lo ha hecho. 

Pero esta modernización se ha hecho a espaldas de la afición. El celtismo no cuenta, no tiene presencia alguna y parece un mal necesario para el club. Las cifras de asistencia a Balaídos alcanzaron cotas ínfimas justo antes de la pandemia. Nunca en Primera División el estadio céltico presentó cifras tan bajas.  Tras la pandemia el aspecto de Balaídos parece haber mejorado, aunque con una grada cerrada sigue sin llenarse. 

Durante estos 17 años el celtista medio tiene menor importancia cada vez. Es prácticamente imposible asistir a un entrenamiento. Con Luis Enrique comenzaron a hacerse a puerta cerrada, aunque ocasionalmente se habría. Así se mantuvo con los siguientes entrenadores hasta que llegó la pandemia. Entonces estaba justificado no abrir nunca los entrenos a la afición. Tres años después seguimos en la misma situación. 

La ciudad deportiva se ha alejado aún más al irse a Mos. Ocasionalmente se realizan firmas de jugadores en centros comerciales. Se han reducido las visitas a colegios, donde se podía trabajar la cantera de la afición. Para un niño de Vigo a día de hoy no hay mucha diferencia entre ser del Celta y del Real Madrid o Barcelona. Los jugadores del Celta no son mucho más accesibles que los de los demás. Este era un apartado que podía compensar la popularidad o el éxito de esos equipos. 

Mouriño no necesita el apoyo de la afición porque no hay elecciones cada cuatro años en las que tenga que dar cuenta de lo que ha hecho para mantenerse en el cargo, pero sigue queriendo contar con la estima de la afición. Y no la tiene. En la presentación de 2017, tras ser abucheado en el último partido de Liga por Balaídos, se negó a hablar. Hay que constatar que recientemente cumplió 80 años.  Desde entonces le ha puesto la cruz a la afición, y en cada intervención aprovecha para recordar las críticas del celtismo, especialmente en sus primeros años, recordando que el tenía razón porque sabe lo que necesita el club. 

Área de Comunicación 

La comunicación de un club en 2006 no tiene nada que ver con la de 2023. En aquel momento no existían las redes sociales tal y como las conocemos hoy en día. El club simplemente tenía una web, mal actualizada, sin personal específico para ella. Tardó mucho tiempo en reaccionar y empezar a explotar este potente vía de comunicación. 

El Celta no fue uno de los primeros clubes en darse cuenta de ello. Cierto que la eclosión de las redes sociales coincidió con el peor momento económico de la entidad, lo que quizás impidió poder contratar personal para este menester. En los últimos años ha dado un giro radical, y ahora mismo tiene una gran presencia en todas las grandes redes sociales, siendo uno de los clubes del país con mayor número de interacciones y seguidores. 

Sin embargo, ha retrocedido en otros aspectos, limitando el acceso a la información, que ahora ya no es libre, sino filtrada por el club. Los jugadores se han bunkerizado en la ciudad deportiva,  y solo vemos lo que el club permite que veamos. En los primeros años de Mouriño todos los días había rueda de prensa de futbolistas, en muchos casos dos por día. A día de hoy hay semanas en las que ningún jugador se somete a las preguntas de los periodistas. A veces uno, y en muchas ocasiones respondiendo preguntas del club.  Esto reduce considerablemente la presencia del club en los medios de comunicación. La creación de Celta Media ha sido indiscutiblemente un gran avance por el que conviene felicitar al club. 

Mención aparte merece la relación de Mouriño con la prensa. Sus apariciones suelen ser catastróficas para la entidad. No tiene la capacidad de comunicación de otros presidentes, pero si el orgullo suficiente para no reconocer los errores e incidir en ellos. 

Relación con los jugadores 

Hemos visto en todos los Inside de Celta Media como Mouriño se dirige a los nuevos fichajes con una frase que ya es un clásico: "Aquí no hay presi, aquí hay Carlos", en un guiño de familiaridad hacia los jugadores, que sin embargo deberían saber que todo irá bien hasta que deje de irlo. En estos años hemos visto el lamentable trato del club hacia jugadores que no aceptaban sus ofertas de renovación. Radoja se pasó un año en la grada, mientras que Sergi Gómez, Jonny y Wass tuvieron que aceptar ofertas para irse, sopena de sufrir el mismo castigo. 

El año pasado vimos el trato que sufrieron David Costas o Jorge Sáenz, y tenemos todavía muy vivo en la memoria el lamentable episodio de Denis Suárez, que además dividió al celtismo, después de que el presidente lo acusase de traicionar al club por, según él, subastar a jugadores de la cantera a otros clubes, en concreto Bryan Bugarín, que decidió voluntariamente irse al Real Madrid después de destacar en el torneo alevín de LaLiga. 

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He tratado de ser lo más conciso posible para que esta lectura no fuese demasiado tediosa. No he tocado la relación con la alcaldía, ya que es un asunto que personalmente me aburre bastante, y en el que tanto Mouriño como Caballero son responsables y culpables de haber llegado hasta aquí. 

Me gustaría conocer vuestra opinión sobre la trayectoria de Mouriño en el Celta, agradeciendo vuestros comentarios al respecto. 


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