Williot Swedberg, el talento en los genes



No hace falta nada más que ver a Williot Swedberg tocar el balón para darse cuenta de que lleva el fútbol en la sangre. Es un futbolista de enorme clase, con gran capacidad para tomar buenas decisiones con el balón. Debe adaptarse al ritmo de juego español, que obliga a tomar esas decisiones con mayor rapidez, pero no cabe duda de que cuando lo consiga puede ser un jugador más que interesante. 

Su talento no es casual. Lo lleva en la sangre. Sus padres fueron internacionales absolutos con la selección sueca, destacando especialmente su madre, Malin Swedberg, una centrocampista que defendió la camiseta de la selección sueca, una de las mejores del mundo, en 78 ocasiones entre 1989 y 2000. Durante estos partidos llegó a marcar 10 goles. Desarrolló su carrera fundamentalmente en el Älvsjö AIK, donde jugó entre 1992 y 1999. 

En 1996 recibió el premio Diamantbollen, que premia a la mejor jugadora sueca del año. Y sería precisamente ese año cuando empezó a trabajar como policía, remarcando las por entonces enormes diferencias salariales entre el fútbol masculino y el femenino. 

El padre de Williot es Hans Eskilsson, quien llegó a ser internacional con la selección absoluta de Suecia en 8 ocasiones, entre 1988 y 1990. También representó al combinado escandinavo en los juegos Olímpicos de Seúl en 1988. Eskilsson se inició en el IFK Östersund, y de ahí pasó al IFK Norköping y al Hammarby. Entre 1988 y 1990 jugó en el Sporting de Portugal, y en el Sporting de Braga, también jugaría en el Estoril, aunque sería el Hammarby el club en el que más veces jugaría. Lo hizo en 1988, entre 1992 y 1995, y posteriormente entre 1996 y 2001. 

Su carrera sufrió una curiosa progresión, ya que empezó siendo delantero, en su segunda etapa con el Hammarby anotó 47 goles en 73 partidos, y acabaría jugando como defensa central, posición en la que cerraría su carrera en el año 2003. 


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