El error que estropeó una tarde perfecta


Foto: LFP
El Celta disputó ayer uno de los mejores partidos de la temporada. Posiblemente el mejor, especialmente si tenemos en cuenta solo los primeros 80 minutos. En la primera parte fue superior al Villarreal, aunque apenas pudo verse reflejada esa superioridad en el marcador, y en la segunda exhibió una pegada que cerró el partido con más de media hora por delante. 

A partir de ese momento buscó algún gol más a la contra ante un Villarreal que no era capaz de encontrar la chispa que encendiese la llamada de la remontada. El partido estaba muerto hasta que a diez minutos para el final Rubén Blanco enloqueció. El guardameta del Celta recogió con la mano un balón que era claramente una cesión de Cabral. El colegiado señaló un libre indirecto en área céltica que acabó con el 1-3 de Carlos Bacca. 

Y entonces todo cambió. Llegaron los nervios y los recuerdos de tiempos recientes. Al Celta siempre le ha costado mucho cerrar los partidos, y dar vida a un equipo muerte por un error tan absurdo es terrible. Pronto marcó el 2-3 el Villarreal, en otro error individual, en este caso de Juncà, y pudo llegar el empate, de no ser porque el remate de Gerard se estrelló en el palo. 

En los últimos minutos del descuento el Celta puso en práctica lo que tantas veces hemos visto en Balaídos, con pérdidas de tiempo y lesiones de todos los colores. No es lo ideal, pero el error de Rubén estropeó un partido que estaba siendo perfecto en todos los sentidos, y que no es otra cosa que un fallo de concentración, imperdonable en la élite. 

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