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| Foto: LFP |
Este era un año complicado para Brais Méndez. El de Mos había dado el salto al primer equipo el pasado curso, de la mano de Juan Carlos Unzué, y tras una gran temporada se había ganado el ascenso al primer equipo. Con un entrenador nuevo y sin el paraguas del filial, Brais Méndez debía sumar minutos en el primer equipo compitiendo de tú a tú con una plantilla repleta de calidad en la zona media y ofensiva.
Ya en pretemporada se vio que iba a ser importante, pero faltaba saber si lo confirmaría durante la temporada. No empezó siendo indiscutible para Mohamed, pero el paso de las jornadas hizo que el técnico argentino no tuviese más que remedio que apostar por él. Sus primeros meses no fueron malos, pero desde noviembre está tocado por una varita.
Ha logrado ser internacional absoluto con la selección española, con la que incluso ha marcado un gol, un partido que ha llegado en el ecuador de su mejor etapa como jugador del Celta. En los últimos seis encuentros ha firmado unas cifras estratosféricas, que lo sitúan como uno de los mejores jugadores de La Liga: 4 goles y 5 asistencias.
Desde el choque ante el Eibar, equipo contra el que estrenó su casillero goleador, ha participado de forma directa en 9 de los 15 goles que ha marcado el equipo, anotando 4 tantos, casi todos de bella factura, y repartiendo 5 asistencias. Ayer se fue del estadio de La Cerámica, con un gol y dos asistencias bajo el brazo.
Pero su importancia va más allá de esta estadística, y le sitúa como a uno de los faros del equipo. Sus compañeros le buscan a él y a Aspas, conscientes de que son los buenos los que tienen que jugársela en los metros finales, y los que más van a ayudar al equipo. Su entendimiento con el de Moaña es tremendo, y el juego del equipo ha notado para bien su crecimiento, que no tiene techo.
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