La cantera y los golpes de realidad


Foto: Óscar Vázquez/La Voz de Galicia
A estas alturas de la película, quien más y quien menos se imagina a un futbolista como un mercenario, un buscador de recompensas que sabe regalar los oídos de los aficionados cuando ficha, y que repite las mismas palabras cuando se va del equipo para firmar por otro club. Lo hemos asumido y aceptado. En realidad la palabra no es mercenario, sino profesional. 

Pero el fútbol moderno aún deja espacio para el romanticismo cuando los jugadores no llegan al equipo como profesionales, sino como el fin de un proceso formativo que les lleva de jugar en las categorías inferiores hasta llegar al primer equipo. Los llamamos canteranos. 

Pero a veces nos olvidamos de que los canteranos también son profesionales, y no todos son como Sergio, Hugo Mallo o Iago Aspas. En realidad estos son, por el momento, las excepciones que confirman esa regla. Los aficionados aún estamos en ese proceso de negación que nos lleva a pensar que lo que nos puede hacer uno de Copenhague jamás nos lo haría uno de Matamá. 

No nos hemos actualizado, y por eso nos duele tanto leer cosas como que Jonny ya lo tenía hecho co el Atlético desde el mes de abril, que había pactado con ellos consumir su año de contrato con el Celta y fichar el año que viene por el club de la capital. Todo eso unido a las declaraciones proferidas por el propio futbolista en varias ocasiones hablando de sus deseos de probar suerte en otros equipos u otras Ligas. En una ocasión llegó a decir que no era necesario ni que fuese un equipo grande. 

Hablamos de un futbolista que con apenas 24 años ya ha superado los 200 encuentros oficiales con el Celta, y que a poco que jugase dos o tres temporadas más podría situarse en el Top 10 histórico de partidos jugados. Pero ese no era su objetivo. Se irá al Atlético de Madrid, y le desearemos suerte, agradeciéndole un nuevo golpe de realidad: Los canteranos también son profesionales. A veces lo olvidamos. Y somos felices. 

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