Seis años del debut de Sergio


Foto: Xoan Carlos Gil/La Voz de Galicia
Nada ha sido fácil nunca para Sergio Álvarez, que hace hoy exactamente 6 años debutaba con el primer equipo en partido oficial. Lo hacía después de varias temporadas entrenando con los mayores y a la sombra de otros metas como Yoel, que le había adelantado a pesar de ser más joven. 

Sergio siempre ha sido el clásico descarte, el que todo el mundo daba por perdido, el que nunca iba a llegar, pero nunca se rindió. Desde que el Celta fue a buscarlo al Arousa, sabía que su objetivo era llegar a lo más alto. Durante muchos años estuvo en el filial, donde también competía con Yoel, saliendo casi siempre vencedor, pero fue el que salió cedido al Racing de Ferrol, una experiencia que acompañó con una inoportuna lesión. 

En su regreso no se rindió y aquel 4 de junio vio premiado todo su trabajo debutando con el primer equipo en el último partido de la temporada ante el Cartagena. La lesión de Ismael Falcón le había permitido entrar en varias convocatorias, y por delante tenía el play-off de ascenso ante el Granada, que marcaría a todos los que estuvieron aquel día en Los Cármenes. 

Desde entonces su crecimiento ha sido imparable. Creían que no podía ser titular en Segunda y demostró que no, se pasó dos años casi en blanco con el Celta en Primera, supo aguantar y sobrevivió hasta que Yoel fue traspasado, y entonces llegó su gran oportunidad. En los tres últimos años ha jugado 95 partidos en Liga, para sumar un total de 149 encuentros en partidos oficiales con el Celta, una de las cifras más altas para un guardameta a lo largo de los 94 años de historia del Celta. 

Y aquí sigue. Tiene contrato hasta el 30 de junio de 2018, pero se da por hecho que va a renovar y seguir aquí unos cuantos años, lo que le permitirá seguir engordando la cifra. Los dos últimos años no estaban predestinados para él, pero perseveró y acabó jugando muchos partidos. Este año incluso ha quedado en tercera posición en el Ranking MoiCeleste, lo que da una idea de su gran hacer. Seis años después es un portero totalmente diferente. Su progresión es tan innegable como imparable. 

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