¡Qué no se acabe nunca!


Foto: Atlántico Diario
Cuesta imaginar un Celta sin Iago Aspas. Desde su llegada al primer equipo del Celta, allá por el año 2009, la importancia del moañés en el equipo ha ido siempre a más. Pasó de promesa a realidad, y de estrella a ex jugador, en dos años difíciles en los que costaba adaptarse a verlo con otra camiseta. Con todo, y a pesar de no vestir de celeste, todos seguíamos con curiosidad su trayectoria, confiando en que algún día volviese a vestir de celeste. 

Y lo hizo antes de lo previsto. Solo dos años después de marcharse a Liverpool, y tras una estancia de un año en Sevilla, el hijo pródigo regresaba a casa para no irse jamás. Si alguien dudo de la conveniencia de su regreso, no tardó en darse cuenta de su error. Aspas regresaba convertido en un futbolista aún mejor, totalmente asentado en el plano personal, y con mucha hambre de fútbol. 

En sus dos años lejos de Vigo creció como futbolista. Asimiló conceptos del exterior, de una liga tan potente como la inglesa o de un equipo tan competitivo como el Sevilla. Lo de Aspas fue un Erasmus en Liverpool y un master en Sevilla, tras los cuales volvió a Vigo para poner en práctica todo lo aprendido. Una bendición. 

Aspas es hoy en día uno de los mejores delanteros españoles, seguramente el que está más en forma, y hay pocos jugadores españoles que se puedan poner a su altura a día de hoy. Sabe mucho de fútbol, conoce el juego como pocos y sabe como hacer daño a los rivales, y a todo eso une un amor incondicional por la camiseta que viste. Un amor que ha cuidado y ha reforzado con el paso de los años. 

Es el alma del Celta, y cuesta pensar que pasará cuando se vaya o cuando las piernas dejen de responder como lo hacen ahora. Habrá que buscar un sustituto, un jugador que haga olvidar a alguien inolvidable. Será imposible. Es increíble ser consciente de asistir a un fenómeno histórico. Algún día diremos con orgullo que hemos visto jugar a Iago Aspas, y exageraremos sobre sus gestas, sus goles, sus regates, sus pases, sobre esas celebraciones escudo en mano. Lo idea sería que no se acabara nunca. 

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