La genialidad de convertir en fácil lo imposible


Foto: Miguel Riopa/Getty Images
Lo de Iago Aspas no es normal. El moañés se reinventa cada semana convirtiéndose en un jugador cada vez más importante. Su figura crece entre la afición, que está tan acostumbrada a que haga lo imposible cada vez que toca el balón, que sus fallos son recibidos con un “ooooh” conjunto que resuena con fuerza en Balaídos. 

Y no suele suceder con todos los futbolistas sino con aquellos de los que esperamos algo especial, algo sorprendente. Es decir, lo que suele darnos Iago Aspas. Ayer volvió a hacerlo. Ni tan siquiera el hecho de jugar como extremo le impide ser un goleador increíble, que acumula 23 tantos en 42 partidos esta temporadas, unas cifras impropias de un jugador que vive tan cerca de la banda, exigido a esfuerzos defensivos por su banda a los que no están acostumbrados los delanteros. 

Pero incluso en esa faceta suele destacar. Su inteligencia no tiene parangón. El canterano es uno de los jugadores que mejor ven el fútbol en toda la primera división, y tiene un olfato tremendo para oler los resquicios que dejan los rivales. Ayer aprovechó un mal pase de un defensa para robar en una zona pegada a la banda, emprendió una diagonal que finalizó con un remate imposible para Ryan. Ese era el único hueco por el que podía entrar aquel balón. Hay que encontrarlo y tener la capacidad de poner el balón justamente ahí. No es fácil, aunque él lo haga parecer todo tan tremendamente fácil que cuando falla lo que sería imposible para cualquier otro jugador, deja un rastro de decepción entre la afición. Esa es la grandeza de Iago Aspas. 

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