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Foto: LFP |
Si Luis XIV, monarca absolutista de la Francia del Siglo XVII, sostenía que “El estado soy yo”, a Orellana, al que se le podía apodar “El Rey Sol” como al yerno de Felipe III. “El equipo soy yo”, diría el chileno, futbolista clave en la gran temporada del Celta, que amargó la existencia de la zaga gijonesa cada vez que tomaba contacto con el balón.
Acostumbrado a jugar en banda, bien fuese en la izquierda, a pierna cambiada, o en la derecha, a Orellana se le había explotado muy poco en la mediapunta. Al menos así había sido en el Celta hasta la llegada de Eduardo Berizzo, habituado a probar cosas que suelen funcionar. A Orellana lo puso en la media punta la pasada temporada, y le ha dado plaza fija este año.
El Celta lo agradece, especialmente cuando las defensas no son capaces de gestionarlo. Esta mañana fue evidente su ascendente sobre el equipo. Cada vez que los interiores eran capaces de conectar con el chileno la zozobra invadía el estadio asturiano. El pequeño chileno puso patas arriba al Sporting en cada internada, en cada regate, en cada amague. La mayoría de las ocasiones del Celta partieron de sus botas, incluido gol gol, obra maestra de Nolito tras recibir un pase de Orellana.
No solo en esa ocasión, la que falló el andaluz en la primera parte tras gran pase de Guidetti, llegó tras una acción en la que Orellana asistió al sueco. También asistió a Nolito con una pared de vaselina que hubiese sido el gol de la jornada de no cruzarse un defensa rival. Eso, y la sensación de peligro constante que genera le convierten en el Rey Sol, sobre el que todo gira. El equipo soy yo. No lo dirá porque no tiene la prepotencia del monarca francés. Él no necesita una corona para reinar, ni un anillo para gobernarlos a todos. Sencillamente es Fabián Orellana.
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