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Foto: Jorge Guerrero |
Hay días en los que parece que no haberse levantado hubiese sido una buena idea. Seguramente algo de eso habrá pensado Rubén Blanco esta noche mientras repasaba mentalmente una y otra vez todo lo sucedido en La Rosaleda. Mientras combatía el insomnio no dejarían de aparecer en su cerebro las imágenes de los goles, sus salidas, sus miedos, el penalti y su reacción tras conocer que Vicandi Garrido le expulsaba.
Rubén ha hecho el perfecto partido imperfecto. Aquel en el que, hagas lo que hagas, siempre será peor que lo anterior. Es un partido que todo futbolista, especialmente si se trata de un portero, necesita en su carrera deportiva. De su capacidad para asimilarlo y sacar una conclusión positiva dependerá en gran medida sus oopciones de triunfar en el mundo del fútbol. Puede hundirse o salir reforzado.
No nos cabe la menor duda de que elegirá la segunda opción, porque llegar hasta donde él lo ha hecho no es fácil, y no se logra agachando la cabeza cual avestruz. Se logra luchando y peleando por un sueño. Superando las adversidades y aprendiendo de las críticas, alimentándose de ellas. Si lo consigue forjará la carrera que su talento le augura.
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