Foto: AFP
Venía el Celta de ganar con apuros a
El Valencia era un muerto muy vivo. La calidad de sus
jugadores en los últimos metros y sobre todo la pericia con el balón (e incluso
sin él) de jugadores como Dani Parejo y André Gomes hacía entrever que ni de
lejos iban los celestes a pasearse por el terreno de juego. Si bien es cierto
que la goleada es demasiado abultada, injusta si se quiere, no lo es menos que
no fue el mejor Celta posible. Muy bien con el balón, eso es indiscutible, pero
francamente mal sin él.
El partido tiene tres fases diferenciadas: los primeros 15
minutos, del todo valencianistas, en los que el equipo vigués no fue capaz de
hacerse con la pelota y sufrió lo indecible hasta el gol de Paco Alcácer. Parejo
y Gomes, los dos jugadores llave del encuentro, camparon a sus anchas. Con la
pelota en los pies y sin marcadores claros manejaron el tempo a su gusto. Pudo
haber sido peor. La urgencia de los de Nuno hizo que tras el gol inaugural el
partido se tiñese de celeste. Recularon los chés y dominó el Celta.
Fue esa la segunda fase de un encuentro raro, incómodo,
impreciso. El Celta dominó hasta prácticamente el descanso y consiguió igualar
la contienda. Sin embargo algo seguía sobrevolando el ambiente: cuando el balón
se perdía, las contras valencianistas tocaban hueso. El equipo se partía y
Augusto no pudo contener en solitario a los mediocampistas visitantes. La
ausencia de Cabral, más por sus características que por el bajo estado de forma
de Fontàs, se notó y mucho. Ningún zaguero local fue capaz de anticiparse a las
recepciones en medio campo de Alcácer.
Con todo, mereció el Celta irse con ventaja al descanso. Vicandi
Garrido no lo vio así. El gol de Wass debió subir al marcador y, cosas del
destino, poco después una falta al borde del área finalizó con un precioso
golpeo de Parejo ante el que nada pudo hacer Sergio. Primer mazazo que nos
conduce directamente a la tercera y definitiva fase del encuentro, aquella en
la que el Celta quiso y quiso pero ni pudo ni le dejó la realidad.
El plan se fue al garete nada más salir de vestuarios. Error
garrafal de Jonny y nuevo gol de Alcácer. No se despertó el Celta de este duro
golpe. Aunque una doble ocasión hizo albergar esperanzas, de nuevo Parejo batió
a Sergio. Demasiada fragilidad, demasiado desacierto. Cabe reflexionar. No es
una derrota tan inmerecida: algo habrás hecho mal cuando tu rival marca cinco
veces en cinco llegadas. Algo habrás hecho mal si no materializas tus
ocasiones. El Celta perdió la chispa defensiva desde Villarreal. Concentración,
punto físico y otros tópicos. La única realidad es que en los últimos tres
partidos se han encajado 10 goles. Difícil superar tal déficit por mucho
vendaval ofensivo que se plantee.
Viene el derbi, viene la pasión. Pero el Celta ha de estar
tranquilo, permanecer frío y hacer su juego. Recuperar esa vertiginosidad en la
presión y mantener el tono ofensivo. No permitir que el bache se prolongue y
seguir en la lucha por Europa. Con autocrítica y humildad, sin obviar que hay
una serie de cosas que no se están haciendo tan bien como creemos. Y a por
todas.
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