La Otra Crónica: Dolor


Foto: El Progreso
La especial rareza de jugar un derbi, un partido distinto a todos los demás, hace que se confundan euforia y pasión. Es difícil establecer un equilibrio que haga jugar un partido de estas características con la cabeza fría y estableciendo el plan ejecutado con mayor o menor brillantez en las jornadas precedentes (o posteriores). Eso es lo que le pasó al Celta el sábado pasado, inmerso en la telaraña de Víctor Sánchez del Amo y víctima de sus propios errores.

El Deportivo hizo su partido, el partido que demandaba la situación. Sabiendo que el balón iba a ser del Celta casi seguro, renunció a él. Pero lo hizo con inteligencia, situando a dos hombres veloces arriba para robar y correr a la espalda de la zaga viguesa, algo que hace especial daño a un equipo del Toto Berizzo. De salida sorprendió ver en el once coruñés a un tal Jonathan, del que nadie sabía nada. Bastaron diez minutos para entenderlo: un jugador no demasiado habilidoso pero perfecto para lo que necesitaba el partido. Lo mismo ocurrió con Mosquera y con Bergantiños, ninguno con más calidad que Fajr pero sin duda con mucho más sacrificio en la medular.

El Celta no conectó desde el principio y quizá sea eso lo que más duele. Las posesiones largas tras el gol de Lucas Pérez eran simple refugio ante el vendaval, pero nunca solución. Apenas se acercaban los del Toto al área y cuando lo hacían los deportivistas se multiplicaban para no permitir el tiro o la internada fácil. Tan solo el penalti absurdo de Navarro dio esperanza, escapándose esta de las manos de Nolito para terminar en las de Germán Lux.

Cuando las cosas no salen, no salen. La segunda parte fue otro quiero y no puedo en el que cada vez se peleó más y se jugó menos. Tan solo el Tucu Hernández parecía entender lo que requería el partido: brega y arranque para romper líneas. Los demás hombres creativos celestes se empeñaron en arriesgar la pelota con pases fácilmente interceptados por el sistema local. Orellana, Augusto, Wass, Nolito…. Todos ellos perdieron un número de balones inadmisible si se quiere ganar o remontar un partido.

Pero tampoco en la retaguardia fue el día de Fontàs, Mallo o Jonny. Las coberturas llegaban tarde, la agresividad nunca se presentó. Presa fácil para un Lucas que está de dulce y que ayuda siempre al equipo con sus descargas explosivas a la espalda. No hubo opción, y eso es lo que más decepciona. Eran solo tres puntos más, pero la dinámica no es buena. El Celta comienza a dar señales preocupantes como si el cuento del año pasado volviese a repetirse.

Jugadores que sufren un bajón en sus prestaciones, un equipo que se rompe con facilidad, demasiadas imprecisiones ofensivas y una falta de movilidad que nos vuelve tremendamente previsibles. ¡Toca levantarse! No se puede permitir que el pozo se vaya haciendo más y más profundo. Viene el Sporting, equipo aparentemente más asequible pero muy bien trabajado por el Pitu Abelardo. Conviene volver a lo que sabemos: correr todos juntos, atacar y defender al unísono. Cualquier otra cosa será el principio del fracaso.


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