Una buena versión del Tucu


Foto: Rodríguez Alen 
Eduardo Berizzo ha insistido desde un principio en su idea de que Pablo Hernández terminará siendo un futbolista aplaudido masivamente por Balaídos, y en cualquier circunstancia, es decir, como lo son hoy en día la gran mayoría de componentes de la plantilla del Celta. No sabemos si eso llegará, pero al menos ayer pudimos ver cierto aire de reconciliación con el de Tucumán. 

Evidentemente no habrá unanimidad al respecto, ya que para muchos, haga lo que haga, está sentenciando, pero en varias fases del partido levantó aplausos de un sector grande de la afición. Y fueron merecidos. El internacional chileno dio muestras del enorme talento que atesora su pierna izquierda, en clara desproporción con las habilidades de su diestra, pero también demostró que no se trata de un futbolista indolente, que rehuya el contacto o no trabaje en la presión. 

Especialmente en la primera parte, con las pilas cargadas, el Tucu robó muchos balones en defensa que sirvieron para que el Celta recuperase la posesión y continuase atacando. Además, cuando recibió el balón lo distribuyó con eficacia, y bastante rápido para lo que nos tiene acostumbrado. Le faltó finalizar las jugadas, especialmente en el segundo acto, donde tuvo varias ocasiones de disparar a portería y optó por soluciones un tanto extravagantes. La tuvo en el último minuto con un disparo que buscaba la escuadra y que de haber acabado en gol le coronaría al final del encuentro. 

Pablo Hernández probablemente no será recordado dentro de dos o tres décadas como uno de los mejores jugadores de la historia, pero es evidente que no es el desecho de futbolista que muchos imaginan. Ahora bien, a día de hoy, una vez recuperado Augusto Fernández, con Radoja y Wass en un excelente momento de forma, tal vez le toque iniciar los partidos desde el banquillo. 

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