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Foto: Mora Moralejo |
Es evidente que Pablo Hernández no ha entrado con buen pie entre el celtismo. Desconocemos cual será el alcance del internacional chileno en el Celta, pero sería bueno tirar de historia para recordar a otros futbolistas que, salvando las distancias, tampoco enamoraron al celtismo en su primer año en el club. El caso más reciente, y uno de los más conocidos es el de Alexander Mostovoi.
El centrocampista ruso, probablemente el mejor jugador del Celta en sus 92 años de historia, rindió a un nivel muy bajo en su primer año, si bien ya se intuía su inmensa clase, que le había acompañado a lo largo de toda su carrera sin poder asentarse en ningún club por su comportamiento anárquico. Tras destacar en el Spartak de Moscú, sus experiencias en el extranjero habían sido cortas y malas. Benfica, Caen y Estrasburgo no habían podido disfrutar de su clase, y parecía que en Vigo pasaría lo mismo.
Durante su primera temporada llegó a protagonizar incluso un escándalo como el de El Molinón, cuando quiso dejar el terreno de juego, teniendo que actuar con contundencia Patxi Salinas para evitarlo. En su segundo año en Vigo, gracias en gran parte a la llegada de Karpin al Celta, se asentó y comenzó a deslumbrar al celtismo y al fútbol europeo. Hoy en día todos sabemos quien fue Mostovoi.
Otro caso más antiguo, y que quizás muchos no recordéis es el de Baltazar, como bien recordaba ayer Faro de Vigo. El ariete brasileño es recordado como uno de los mejores goleadores en la historia del Celta, pero durante su primer año la sensación entre los aficionados no era ni mucho menos esa. Baltazar anotó 6 goles en 32 partidos de Liga, en un año difícil que acabó con el descenso del equipo a Segunda División.
Pocos confiaban en el Goianés como goleador del ascenso, pero Baltazar sorprendió a propios y extraños mostrando su excelente nivel anotando 38 goles entre todas las competiciones, 26 en la liga regular y 8 en el play-off de ascenso, claves para el regreso a la máxima categoría. Al siguiente año, a pesar de la lesión, anotó 13 goles en 21 partidos. No marcaría más goles en Vigo porque se lo llevaría el Atlético, con quien ganó el Pichichi de Primera en la Temporada 1988-89 gracias a sus 35 goles. Una cifra galáctica por entonces.
Son referentes que pueden servir para que Pablo Hernández se agarre a ellos, y la afición mantenga la paciencia. Es improbable que alcance el nivel de estos dos jugadores, pero al fin y al cabo es uno de los nuestros, y su suerte será la nuestra. Paciencia, que es gratis.
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