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Foto: Jorge Landín |
Iago se marchó hace dos años al Liverpool tras aquella eufórica permanencia en una operación beneficiosa para él y para el club. Su marcha fue dura por lo que representa sentimentalmente, pero comprensible desde un punto de vista racional. Desde entonces, las trayectorias de Celta y de Aspas no han sido para nada paralelas. Al año, el Celta se consolidó en Primera y en la última temporada encandiló por su juego, luchando por entrar en Europa casi hasta el final. Por su parte, Iago no tuvo mucho minutos en un Liverpool potentísimo con una competencia brutal en la delantera y lo mismo le pasó en Sevilla, donde sus roces con Emery tampoco ayudaron. Eso sí, ha pertenecido a dos grandes equipos, con los que ha sido subcampeón de la Premier League y campeón de la Europa League.
Ahora, sus caminos vuelven a cruzarse por la inercia de la vida. El Celta ha hecho una operación económica redonda, recuperando a un jugadorazo sin el que no se entiende nuestro pasado reciente. Salvó al equipo de bajar a Segunda B, lideró el ascenso a Primera y fue básico para continuar en la máxima categoría. Su grandísima habilidad, enorme velocidad y máxima entrega volverán a vestirse de celeste, probablemente con más ganas que nunca por la experiencia adquirida. El beneficio para Iago también es infinito. En el hábitat donde se siente más cómodo, recuperará su mejor versión con un apoyo incondicional.
Aunque será difícil, ojalá tenga a su lado en el vestuario a quienes nos han hecho vibrar en la pasada campaña. Lo único cierto es que Balaídos sentirá de nuevo la piel de gallina al verle en acción.
¡Qué alegría, Iago!
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