Viaje al centro del campo


EFE

La etapa de Krohn-Dehli en el Celta es la historia de un viaje. Un viaje desde la banda hasta el centro del campo, de la cal al círculo central, de la intermitencia a la omnipresencia. Se marcha el extremo que llegó del frío y se hizo mediocampista bajo la lluvia. Se va el danés que apareció casi de incógnito a A Madroa en una calurosa tarde de agosto, sin hablar una palabra de castellano, pero con ganas de expresarse sobre el césped. Se despide hoy en gallego el Michael que jugaba con el 23 y que comparte nombre, calidad y pasaporte con el gran Laudrup. Dice adiós el rubio que vino para jugar como Karpin y acabó recordando a Mostovoi. 

No soy un experto en fútbol internacional. Veo y leo sobre otras ligas, especialmente la inglesa, pero no serviría para trabajar con Maldini o Axel Torres. Aquella tarde, volviendo de un refrescante baño en el río en Salvaterra, recibí la noticia del fichaje de Krohn-Dehli sin demasiada expectación. Recordaba su gol a Holanda meses antes en la Eurocopa, pero nada más. 

Vi en directo su debut en San Sebastián, que no dio para mucho, y decidí esperar. Se le veían maneras, detalles de buen futbolista. Un par de asistencias ante el Getafe, un regalo a Aspas en Vallecas. Entre la lesión de Samuel, la inseguridad de Cabral, la adaptación de Augusto y el bajo rendimiento de Park, el danés estaba siendo el mejor fichaje en ese tramo inicial. El culmen llegó una mañana de Reyes en Balaídos, ante el Valladolid. Su pase a Aspas resulta imposible de olvidar. Raso, vertical, con el empeine y al primer toque. Una obra de arte que dejó al moañés sólo ante el gol. Una asistencia que no se veía en Balaídos desde el zarismo.

Fue su penúltimo servicio esa campaña. El equipo se empezó a difuminar y el danés con él. Herrera detectaba los problemas de Álex López en el centro del campo y barajó por primera vez su inclusión en el trivote. Ante el Real Madrid, en Copa. El Celta ganó con un golazo de Bustos. Resultó ser la despedida del pivote alicantino y la bienvenida de un nuevo mediocampista. Duró poco. Herrera se marchó y Abel devolvió a Krohn-Dehli a la banda. Fueron sus peores días, conjuntamente con los del equipo. Agotado físicamente, sin pretemporada, se volvió intrascendente.

A la vuelta del verano Luis Enrique apareció por A Madroa. El asturiano desterró a Krohn-Dehli de la banda y le otorgó un puesto con fecha de caducidad. A la espera de Rafinha, el de Copenhague actuó como interior en el inicio. Dejó para la hemeroteca una cuchara que Álex López convirtió en gol ante el Espanyol, pero perdió el puesto en favor precisamente del ferrolano. Fueron meses de secundario, los únicos que ha vivido en Vigo. Jugaba, pero había perdido relevancia.

Hasta febrero. Una victoria en Granada evidenció el declive de Borja Oubiña. Sin pivote suplente, Luis Enrique se inventó un sustituto inesperado ante el Athletic. Ya lo había hecho en Copa, otra vez en Copa, y también ante el conjunto vasco. El experimento salió redondo. Se asentó hasta final de año y el equipo ofreció su mejor versión. Nuevamente, en su mitad de curso brillante, el Celta fue brillante. 

Con Berizzo ha encontrado la regularidad y los galones. El argentino lo adelantó al interior y le entregó la batuta del equipo. Ha evolucionado también en el aspecto físico, convirtiéndose en un futbolista omnipresente, tanto en ataque como en defensa. Para el recuerdo quedarán muchos partidos, muchas acciones. Sin embargo, difícilmente se podrá olvidar su actuación en Riazor. Aquella noche se jugó a lo que quiso cuando él quiso. Dominó la escena y facilitó la victoria más hermosa de la temporada. Los miles de celtistas que vieron el partido empezaron entonces a echarlo de menos. "Krohn-Dehli quédate" se cantó días después ante el Elche. Aunque aún le restaban partidos con la celeste, aquella en Coruña fue la mejor manera que encontró de decir adiós.

El sábado abandonará el campo entre la ovación del público. La misma que recibirá sin duda el año que viene, cuando regrese con una nueva camiseta. Se la ha merecido. Ha conseguido lo que parecía imposible. Y es que, por momentos, Mostovoi ha vuelto a jugar en Balaídos. Más bajito, más pausado, más rubio y con menos gol. Pero, por momentos, con la misma clase y visión de juego. Quién lo iba a decir. Ese chico que vino para regatear laterales y poner centros al área, y que terminó dominando el tempo de los partidos. Como Xavi, que también se marcha hoy para no volver. El Xavi escandinavo, el Gran Danés. El hombre que viajó de la banda al corazón del juego. Polivalencia, que diría Torrecilla. 

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