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Foto: Xoan Carlos Gil |
En todos los cargos de importancia existe una persona que se encarga de ocupar el puesto cuando el liderazgo queda vacante, aunque sea de forma temporal, ejerciendo dichas labores en funciones. Aunque nadie lo diga públicamente, el Celta tiene un líder sobre el terreno de juego llamado Nolito, y en su ausencia, Orellana ostentó el cargo en funciones. Tenía que lidera y lideró.
Y lo hizo con naturalidad, sin aspavientos. Siendo especialmente prudente en las protestas, consciente de que su equipo le necesitaba más que nunca. Orellana se echó el equipo a su espalda sin remilgos. Acudió a donde el juego requería su presencia. Partió de banda izquierda, la posición habitual de Nolito, pero se movió por todo el campo, buscando siempre la mejor forma de hacer daño al rival.
Le falla en ocasiones la toma de decisiones, pero su intención y su entrega son dignas de admiración y respeto. A Orellana no se le puede reprochar nada, y su mejor halago es que (casi) nadie echó de menos a Nolito. Y eso no es fácil teniendo en cuenta el excelente momento de forma que atraviesa el andaluz, y la importancia que ha adquirido en este equipo. Orellana lo suplió con solvencia, puso en la cabeza de Hernández un centro que su compatriota no aprovechó, y en la segunda mitad, totalmente desatado, puso a prueba a Sergio Rico en más de una ocasión.
Puede que el Celta tuviese ayer ausencias, algunas de ellas muy importantes, pero no estuvo carente de un líder sobre el terreno de juego. Orellana es uno de los más veteranos en el vestuario céltico, de los pocos que quedan de aquel equipo que logró el ascenso, y debe ser consciente y conocedor de la importancia que tiene todo lo que haga. Es un líder, aunque no ejerza habitualmente.
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