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Foto: Miguel Riopa |
En este final de temporada tan plácido, mucho más tranquilo
de lo que la historia del Celta hace creer, nos empeñamos en buscar un
aliciente en forma de lucha por los puestos europeos. ¿De verdad tenemos
posibilidades? ¿Podemos pelear en esa otra liga? A tenor de lo visto en el
terreno de juego en el día de ayer, claro que sí. Los vigueses plantaron cara a
todo un Sevilla, favoritísimo para hacerse con la Europa League y uno de los
equipos punteros del campeonato. No es moco de pavo.
Por eso hay que sentirse más que satisfechos con esta
temporada. Con mirar desde arriba la lucha por el descenso. Con hacer apuestas
sobre quién perderá la categoría con el alivio de que nosotros, la próxima
temporada, estaremos de nuevo en la Primera
División del fútbol español. Eso nos tiene que satisfacer de
sobras, sin emborracharnos del éxito pero tampoco conformándonos. El futuro nos
permite ser ambiciosos y más cuando, ante un partido tan difícil y con el cupo
de bajas casi lleno, se jugó mejor que el rival.
Bien es cierto que la cabeza de los de Unai Emery parecía
estar en otro sitio. O bien en el posible pase a la final de la competición
europea o bien en los pensamientos por el fallecimiento del padre del técnico. Sea
como fuere, los sevillistas iniciaron el partido al trán-trán, casi como si la
cosa no fuese con ellos. Iago Aspas, que fue titular, parecía el jugador rival
más motivado por razones obvias. Mandando empezó el Celta, con un montónd e
cambios obligados en su once que, afortunadamente, no redujeron el nivel
ofrecido en los últimos tiempos. Mención especial para David Costas, papelón el
suyo solucionado con valentía y un partido más que decente. Apenas sufrió el
Celta atrás gracias al buen partido de una zaga inusual.
Con todo, llegó casi sin haberlo previsto el gol de Kevin
Gameiro. El único fallo evidente de los locales en la transición defensiva
propició que se inaugurase el marcador sin la sensación de haberlo merecido. A
partir de ahí el Celta se hizo con el balón, como siempre, y los sevillistas se
conformaron con lo que tan pronto habían conseguido. Las típicas actitudes de
un equipo como este, incongruentes con su presente ambicioso, llevaron a que se
perdiera más tiempo del debido en una primera parte. Tenemos ya, como diría el
sabio, ‘el culo pelao’.
No desesperó el equipo de Berizzo comandando el juego. Ataque,
ataque y más ataque; con el único pero de no finalizar las jugadas como
debiera. ‘¡Hay que tirar!’, exclamaba la grada. Los jugadores prefirieron, como
muchas otras veces, rizar el rizo. Se les disculpa por esa actitud, esas ganas,
ese saber estar ante situaciones complicadas y ante, en la teoría, un rival
francamente superior. Fruto de esa insistencia surgió el penalti de Arribas a
Charles al poco de reanudarse el juego en la segunda mitad. Transformó Santi
Mina, culminando un mes de oro lanzando con veteranía una pena máxima que puso
las tablas.
A partir de ahí le faltó al Celta matar el partido. Culminar
las muchas jugadas ofensivas realizadas con un tiro a puerta que solamente tuvo
lugar en una jugada de Fabián Orellana. El Sevilla se dedicó a contragolpear y
tan solo Bacca, que entraría a falta de media hora, pudo haber batido a Sergio.
No fue así, y los dos equipos se fueron con un empate que de poco sirve, pero
que sobre todo deja satisfechos a los locales por el esfuerzo y las ganas ante
la dificultad del reto. Poco a poco va muriendo la temporada y lo único que nos
queda es felicitarnos. Pocas veces viviremos finales tan plácidos como este y
el de la temporada anterior. Ya sea por no descender o por luchar con, Mostovoi
lo quiera, cotas más altas en el futuro.
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