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EFE |
El Celta dijo adiós a Europa anoche en Mestalla. Se despidió de una posibilidad en la que nunca pareció creer hasta que la realidad le obligó. Otra vez será. Cayó, eso sí, con la cabeza alta. Arañando un empate donde tres cuartas partes de la liga se dejaron todos los puntos. Jugó, peleó e hizo sufrir a un Valencia que luchaba por la Champions. Un error de Sergio y la falta de claridad de Nolito y Orellana impidieron una victoria que, a los puntos, no hubiera sido del todo injusta. El próximo sábado, fin de fiesta en Balaídos.
Arrancó el carrusel radiofónico de la jornada cantando el tanto de Pablo Hernández. El Tucu no se ha prodigado demasiado en el gol, pero ha elegido bien los escenarios: el Calderón y Mestalla. Su diana sumergió al Valencia en un mar de dudas y le sirvió al Celta para alcanzar la media hora sin excesivos apuros. Los de Berizzo se agarraron a la pelota para no sufrir y controlaron a su rival. Sólo minutos antes del descanso hubo verdadero peligro ché.
En la reanudación, el cuento cambió. El Valencia se echó arriba y arrinconó a la presa celeste. Sufrió el equipo vigués las acometidas de su rival. Perdió la pelota y su capacidad para asustar, y el gol que se intuía acabó llegando de manera inesperada. Fue con un error de Sergio, uno más en un final de temporada bastante flojo. Ha sido un portero de extremos. Salvador en el primer tramo de campaña, con exhibiciones individuales en el Calderón o el Camp Nou, pero errático desde las Navidades. El debate de la titularidad con Rubén Blanco queda abierto.
A partir de entonces fue como si le quitasen oxígeno al Valencia. El calor del Mediterráneo apretó durante todo el encuentro y el Celta pareció llegar más entero a su final. Tuvo un ramillete de oportunidades para llevarse el triunfo, pero tanto a Nolito como a Orellana les faltó clarividencia en los últimos metros. A su vez, el Athletic, bestia negra durante las últimas temporadas, remontaba en Elche y dilapidaba cualquier opción europea para la última jornada.
El sábado morirá la liga en Balaídos. Partido para despedir a Krohn-Dehli y ojalá también a Borja Oubiña. También para ver, quizás, a alguna futura incorporación procedente de A Madroa. Pero sobre todo para ganar y rematar una buena temporada que, al menos particularmente, deja la sensación de haber sido menos de lo que pudo ser. De no vencer, el Celta no superará los 49 puntos del curso anterior y puede que tampoco termine entre los diez primeros. Sería una ligera decepción para un equipo notable, con un objetivo prudente pero desajustado a su potencial, y que ha regalado durante el año tardes de gran nivel como la de ayer.
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