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EFE |
Es el fútbol un deporte cambiante, imprevisible, capaz de revertir dinámicas en un abrir y cerrar de ojos. Quizás por ello es tan grande. Diez minutos de pesadilla bastaron al Celta para echar por tierra un partido cómodo que disparaba sus aspiraciones europeas, pero que terminó finalmente por enterrarlas. O casi. De un tranquilo 0-2, traducción correcta de la superioridad celeste sobre su oponente, se pasó a un duelo acelerado y perjudicial para sus intereses que terminó en un empate insulso que complica y mucho la ansiada séptima plaza.
Cuando Teixeira Vitienes señaló el descanso, pocos dudaban de la victoria del Celta. Los célticos dominaban sin excesiva oposición, controlando el ímpetu inicial almeriense y manejando el tempo del partido a través del balón. Orellana campaba a sus anchas a la espalda del mediocentro local, en esa nueva posición que le ha encontrado Berizzo y que tan bien parece sentarle. Sus botas eran el principal caudal del fútbol vigués. Sin el brillo de otras tardes, el color del juego era azul celeste. También del marcador. Nolito prolongó su estado de gracia y Mina aumentó la diferencia con un gol de listo. Triunfo pragmático, pero vital.
Sin embargo, el Celta cometió un pecado capital en el fútbol. Nunca des vida a un adversario moribundo. Con ventaja de dos goles en el intermedio, resulta clave abortar cualquier atisbo de reacción rival en el tramo inicial del segundo acto. Probablemente hubiera bastado con dormir el partido durante un cuarto de hora y caminar cuesta abajo hasta el final del choque. No fue así. Siesta en el área, error de Sergio y 1-2.
Entonces, apareció en escena el pequeño de los Teixeira. El colegiado cántabro es una ruleta rusa. Expulsó a Cabral en una acción en la que no hay ni falta y en la que, en el caso de haberla, la cartulina roja sería incluso discutible. Sus partidos siempre terminan con polémica. Entre el mal nivel general es posiblemente el peor árbitro de la liga. Incomprensible que siga teniendo influencia en el devenir de la Primera División española.
Su decisión engulló al Celta, como es costumbre con cada inferioridad numérica. Mal endémico desde hace años que no se consigue corregir. El equipo se echó atrás y sufrió con la velocidad de Thievy y la potencia por banda de Ximo Navarro. No ayudó Berizzo, que una vez más volvió a equivocarse en la gestión de los cambios. La sustitución de Nolito posterior a la expulsión resulta inexplicable. No sólo por el hecho de perder a tu mayor baza ofensiva, sino por el mensaje enviado a la plantilla. Recordó a aquella nefasta decisión en Bilbao. Algo importante en juego y la estrella en el banquillo. Además, se volvió en contra cuando Teixeira disparó de nuevo y dejó al Almería con diez. El Celta terminó en el área rival, pero sin presencia en ella. No había delanteros en el campo. Sólo Orellana sobresalía entre la legión de centrocampistas. Larrivey, Mina, Charles, Bongonda y el propio Nolito lo veían desde la distancia.
Al final, amarga igualada tras saborear el dulce de la victoria. Empate decepcionante que reduce las opciones europeas. Bien es cierto que se ha acortado la distancia con el Málaga y mantenido con el resto de rivales. No obstante, predomina la sensación de haber dejado escapar una gran oportunidad. El calendario de unos y otros no sonríe al Celta. Ya era difícil anoche, pues más todavía ahora. Además, las bajas merman al equipo para recibir al Sevilla. Un partido que exige el triunfo sin condiciones. O eso, o el sueño continental habrá pasado a mejor vida.
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