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Foto: Jorge Landín |
Durante su estancia en el banquillo del Celta, Eduardo Berizzo ha demostrado que no es un entrenador conformista. El arentino, que ha vivido momentos dulces y otros más duros desde que dirige al Celta, está en constante evolución. Ha sabido pulir y matizar aquellos desencuentros tácticos de principios de temporada, especialmente en el aspecto defensivo, y conoce a sus futbolistas como nadie.
Supo que Augusto, extremo derecho de toda la vida, podía rendir mejor como mediocentro defensivo, incluso cuando muchos pensamos que era una locura. Lo puso y demostró que tenía razón, y también ha sabido poner un matiz en la ubicación de Orellana, que había venido jugando por banda derecha desde principios de temporada, pero que en las últimas fechas viene jugando como enganche, con muchísima libertad, la que necesita el chileno para ser letal.
Ayer volvió a ser otra muestra de ello. Orellana aparecía por todo el campo, pero tiene una querencia innata a hacerlo por la banda izquierda. Allí se beneficia de su condición de diestro para trazar diagonales, y esa posición le acerca a Nolito con quien tiene un entendimiento letal para sus rivales. Cada asociación entre estos dos jugadores era una crónica de la muerte anunciada para el Rayo.
El primer gol, el que devuelve el empate inicial al partido, llega tras una bella combinación entre ambos. De hecho, el chileno participó en casi todos los goles, bien sea con el pase final, iniciando la jugada o mejorándola. Pocos partidos tan completos como el de ayer hemos visto a Orellana en Primera División. Mejoró cada balón que le llegó, y solo le faltó la guinda de gol. Otro día será.
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