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Foto: Álex Caparrós |
Rafinha regresaba a Vigo, un lugar siempre especial para el jugador brasileño, que militó el año pasado en el Celta, cumpliendo su sueño de infancia de jugar en el equipo vigués. Fue aplaudido cuando fue presentado en la megafonía, y recibió una cariñosa ovación cuando Luis Enrique decidió retirarlo del terreno de juego para dar entrada a Xavi Hernández. El futbolista, sin embargo, no se marchó feliz.
Su participación fue bastante discreta. Perdió una buena oportunidad, la de demostrar que puede ser titular en el Barcelona, y era consciente de ello. Su presencia en el campo coincidió con los peores minutos de su equipo, y la entrada de Xavi le dio otro aire al equipo azulgrana. Así las cosas, Rafinha presenció los últimos minutos del partido con cierta tristeza desde el banquillo. Su cara, al final del encuentro, no reflejaba felicidad. Saludó a todos sus compañeros, especialmente a Charles, con quién trabó muy buena amistad el pasado año, pero no será un día que recuerde más allá del hecho especial de volver a Vigo.
En el palco de Balaídos estaba su padre, que celebraba antes del encuentro la alineación de su hijo en el once inicial. Mazinho es consciente de la importancia de esa confianza ciega que mantiene Luis Enrique en sus condiciones futbolísticas. Lo demostró el año pasado en Vigo, donde se convirtió en un valor seguro para el Celta, pero el jugador es exigente consigo mismo. Quería brillar en un escenario especial para él y no lo logró. Tendrá más oportunidades, pero mejor que brille en otros estadios.
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