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Foto: LOF |
No lo haga. Ni se le ocurra ir a Getafe jugándose su puesto y sacar a su mejor jugador a los 10 minutos de la segunda mitad para dar entrada a un juvenil. No lo haga, y si lo hace porque no le queda más remedio, no vaya a la sala de prensa a decir que entre todos hemos puesto en la nube al jugador que le puede sacar las castañas del fuego. No lo haga. Mejor, quédese en Vigo y deje a su segundo de abordo al frente. Hágame caso.
No va a ganar nada yendo a Getafe. Y mucho menos si hay partido entre semana y se le ocurre reservar a los jugadores titulares para un partido igual de importante y que se jugará en tres días. No lo haga. No ponga a todos los suplentes a jugar juntos, entregando el partido. Modérese con las rotaciones, y si le apetece cambiar a todo el equipo a la vez, hágame caso, que no sea en Getafe. No vaya a ser que cualquier periodista le acuse de dirigir al equipo desde un andamio y le critique por usar gafas de sol. Aunque llueva. Se lo ahorrará si no va a Getafe.
Nunca se debe ir a Getafe, pero bajo ningún concepto lo haga si lleva nueve partidos sin conocer la victoria. Eso no tiene buena pinta, solo puede ir a peor si usted va a Getafe. No acabará bien. Alguien se apoderará de su mente, y de repente se verá a usted mismo poniendo a Planas a perseguir a Sarabia como si fuera su sombra. Usted verá a su pupilo ir detrás de su rival vaya a donde éste vaya, como si va al baño. Y usted no podrá evitarlo porque estará imbuido por el maléfico espíritu de Getafe. Lo evitará quedándose en Vigo, y se ahorrará el espectáculo de ver a sus jugadores con los brazos caídos, sin espíritu ni convicción. Y tal vez disimule su incapacidad para revertir la situación. Tal vez. Para la próxima, hágame caso, no vaya a Getafe. No le traerá nada bueno.
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