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Foto: Carlos Mira |
Lo peor del partido de Cornellà no fue la derrota, sino la
traición a todo lo que venía por definir al Celta esta temporada y que parecía
haberse recuperado en el último encuentro en Balaídos contra el Valencia. Lo
peor de perder, a veces, es cómo lo haces. Y contra un Espanyol mucho más
ambicioso y efectivo en la presión, el Celta de Berizzo decidió responder con
balones largos que apenas pudo aprovechar un solitario Larrivey en punta de
ataque.
No es que jugase el Celta su peor partido (se contó, al
menos, con dos ocasiones muy claras que pudieron desequilibrar la balanza de
haber sido aprovechadas), ni siquiera el Espanyol hizo un trabajo impecable en
los 90 minutos de tiempo reglamentario. Pero si algo se puede sacar en claro
del sábado es que el Celta, en cierto sentido, se conformaba con el empate. Algo
poco usual en estas últimas temporadas, algo que terminó por condenar a los
vigueses en ese último minuto fatídico que también tuvo idéntico desenlace la
temporada pasada. Se reculó tanto, se aceptó de tan buen grado el 0-0, que el
Espanyol aceptó de buen grado la invitación al gol.
En los 89 minutos pretéritos, el Celta prescindió del medio
del campo. Cañas y Abraham fueron amos y señores de dicha parcela en parte
porque cada vez que Cabral o Fontàs tenían el balón en parcela defensiva
apostaban por el balón largo a Larrivey. Desactivados Krohn-Dehli y Pablo Hernández
por dicho modus operandi, sorprendió que Berizzo siguiese incidiendo en la
misma idea ante los pobres resultados. Ni siquiera Nolito u Orellana
consiguieron conectar con el resto de sus compañeros ante la atenta mirada de
un Héctor Moreno que es ya uno de los mejores centrales de la liga. La situación
de Augusto en el lateral derecho, tan incomprensible como poco fructífera,
terminó de situar a Radoja contra todos en la sala de máquinas. Y ahí fue donde
los celestes, esta vez de negro quién sabe si contra el mal fario, comenzaron a
ahogarse minuto a minuto.
No se hizo, hasta la entrada de Sergi Gómez por Krohn-Dehli
(único cambio agotado por el Toto), un mal trabajo defensivo. Jonny consiguió
anular a Lucas Vázquez y Sergio García se topó continuamente con Cabral o
Radoja. No sufrió en demasía el Celta por los continuos centros laterales
espanyolistas ni se vio inquietado por la abrumadora cantidad de saques de
esquina que otrora eran en campo contrario. Pero lejos de ese buen trabajo
defensivo (manchado en algún momento por la locura de los extremos marcajes al
hombre) estuvo el ofensivo. Ni una buena contra fue capaz de enganchar el
equipo del técnico argentino. Ni una sola triangulación hacia la portería
contraria. Nada de nada.
Por eso decepciona, tras el espectacular trabajo de presión
realizado contra el Valencia y las ganas y el empeño de remontada en Bilbao queriendo
dominar el partido, encontrarse con algo así en Barcelona contra un rival
directo. Decepciona la incongruencia del resultadismo, la falta de ambición
ofensiva y las pocas ganas de maniatar al Espanyol. Se perdió, entre
cerocerismos y patadones, una buena oportunidad para terminar con esta infausta
mala racha y despegar de una vez.
Toca esperar hasta el lunes que viene ante un Getafe que nos
tiene tomada la medida en su campo. Para entonces no valdrán ni el conformismo
ni el miedo. Solamente el coraje y las ganas de seguir con el mismo plan que
nos había llevado a cosechar buenos resultados las primeras diez jornadas pueden
sacarnos de esta situación. Tampoco vale hablar de créditos ni sustitutos. Vale
confiar, pelear y seguir como hasta ahora. Admitir los errores, aceptarlos y
seguir hacia delante. Hay jugadores, hay ganas, hay tiempo. No seamos
alarmistas.
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